“Siento que voy a volverme loca”

“El primer pensamiento intrusivo que tuve fue creer que podía perder la cabeza y quitarme la ropa en medio de una clase”

¿Qué son los pensamientos intrusivos?

Los pensamientos intrusivos son pensamientos no deseados y repetitivos que surgen en la mente de una persona, a pesar del esfuerzo por evitarlos o eliminarlos.

Estos pensamientos a menudo se sienten inapropiados, perturbadores o inquietantes.

Pueden variar ampliamente en contenido y gravedad, pero lo que tienen en común es que la persona no puede controlarlos, provocan emociones desagradables muy intensas y buscan activamente que desaparezcan.

Los pensamientos intrusivos pueden manifestarse en diversas formas, como imágenes, ideas o impulsos que se repiten en la cabeza de una persona.

Si no se abordan, es posible que lleguen a dominar nuestras vidas por completo. Al concentrar toda nuestra atención en ellos, excluimos la realidad que nos rodea. En este estado, nos vemos impotentes para desviar nuestra atención hacia otras experiencias, ya que estos pensamientos obsesivos ejercen un control abrumador. La rumiación constante de pensamientos puede generar ansiedad, sufrimiento y una sensación de descontrol.

Ejemplos de pensamientos intrusivos

Ya conocemos las caracterísitcas: automáticos, persistentes y desagradables.

Pero ¿cómo sé si lo que tengo es un pensamiento intrusivo? Veamos algunos ejemplos:

Preocupación constante por el futuro

Vernos atrapadxs sobre lo que podría salir mal en el futuro. Estos pensamientos pueden incluir escenarios catastróficos, como perder el trabajo, tener problemas de salud graves o enfrentar desastres financieros.

Rumiar sobre conversaciones pasadas

Uno de los más comunes es tender a revisar conversaciones o interacciones pasadas y preocuparse por si dijeron algo incorrecto o embarazoso. Estos pensamientos intrusivos pueden hacer que la persona se sienta avergonzada o ansiosa incluso después de que la conversación haya terminado.

Pensamientos Violentos o Agresivos

Algunas personas pueden experimentar pensamientos intrusivos relacionados con la violencia. Por ejemplo, pueden tener imágenes mentales de causar daño a otras personas o a sí mismas, a pesar de no tener intenciones reales de hacerlo. Estos pensamientos pueden causar una gran angustia.

Hipocondría

Son todos aquellos relacionados con la salud. Es la preocupación constante por tener una enfermedad grave, a pesar de que los síntomas que experimentan son leves o normales, incluso inexistentes.

Dudas obsesivas

Las dudas obsesivas son pensamientos intrusivos relacionados con la incertidumbre. Por ejemplo, alguien podría obsesionarse con la idea de que dejó la puerta de su casa abierta, incluso si sabe que la cerró con llave. Estas dudas pueden ser tan intensas que la persona siente la necesidad de verificar repetidamente, lo que puede interferir en su vida diaria.

Pensamientos de catástrofe

Otro tipo son los relacionados con una catástrofe. Obsesionarnos con la posibilidad de un tsunami, de que alguien tenga un accidente o de que algo terrible va a ocurrir a un ser querido de forma inmininte. Las imágenes pueden ser tan vívidas que sobrestimamos la probabilidad de que realmente ocurra.

Manejando los Pensamientos Intrusivos

Si experimentas pensamientos intrusivos que te causan malestar, aquí hay algunas estrategias que pueden ayudarte:

Conciencia Plena (Mindfulness)

La práctica de la atención plena puede ayudarte a observar tus pensamientos sin juzgarlos ni reaccionar ante ellos de manera automática. Esto puede ayudarte a distanciarte de los pensamientos intrusivos y reducir su impacto emocional.

Dice Nazaret Castellanos que cuando estamos desocupados nuestra mente tiende a irse a una parte del cerebro que se llama la red neuronal por defecto. Ahí es donde puede pasar todo lo que te puedas imaginar o tu mente traiga en ese momento.

Cuando nos enfocamos en una tarea/actividad ponemos en marcha nuestra corteza prefrontal que es la que pone conciencia, sabe lo que esta haciendo, está presente en ese momento, se da cuenta de lo que pasa a su alrededor y actúa de acuerdo a ello, no a lo que se imagina.

Apoyo Social

Hablar con amistades o familiares de confianza sobre tus pensamientos intrusivos puede ser útil. Muchas veces no hablamos de esos pensamientos por miedo a que otras personas nos juzguen pero, compartir lo que sientes puede aliviar la carga emocional y brindarte una perspectiva diferente. Muchas veces sólo por escucharnos en alto decir lo que pensamos, tomamos conciencia de que no es la realidad.

Considera la Ayuda Profesional

Si los pensamientos intrusivos son abrumadores o interfieren significativamente en tu vida diaria, busca ayuda profesional. La terapia puede proporcionarte orientación y tratamiento personalizado.

✨​Entendiendo los Trastornos de Conducta Alimentaria: Más Allá de la Superficie✨​

Los trastornos de conducta alimentaria son mucho más que simples preocupaciones sobre la comida y la apariencia.

Este conjunto de trastornos afectan a millones de personas en todo el mundo y pueden tener efectos profundos en la salud física y mental. En este artículo, exploraremos los trastornos de conducta alimentaria desde una perspectiva más profunda, arrojando luz sobre sus causas, síntomas y la importancia de la comprensión y el apoyo.

Causas y Factores Desencadenantes

Los trastornos de conducta alimentaria están influenciados por una variedad de factores, que van desde la genética y la biología hasta la cultura y el entorno social.

Los problemas emocionales y psicológicos también pueden desempeñar un papel crucial. Es importante recordar que estos trastornos no son simplemente “caprichos” o elecciones personales… Son síntoma de problemas más profundos.

Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son condiciones complejas y multifactoriales que resultan de la interacción entre varios factores biológicos, psicológicos y socioculturales. Aunque no existe una causa única y definitiva para los TCA, la investigación científica ha identificado varios factores que pueden contribuir al desarrollo de estas condiciones.

Algunas de las causas investigadas incluyen:

Factores Genéticos y Biológicos

Se ha observado una predisposición genética a los TCA, lo que significa que las personas con antecedentes familiares de estos trastornos podrían tener un mayor riesgo de desarrollarlos. Además, los desequilibrios químicos en el cerebro, incluidos neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, pueden influir en la regulación del apetito, el estado de ánimo y la impulsividad, lo que a su vez podría estar relacionado con los TCA.

Factores Psicológicos y Emocionales

Problemas de autoestima, perfeccionismo, ansiedad, depresión y baja tolerancia a la angustia son factores psicológicos que se han relacionado con los TCA. Las personas que enfrentan estas dificultades emocionales pueden recurrir a la alimentación o la restricción como una forma de lidiar e intentar controlar sus emociones.

Factores Socioculturales

La presión cultural para cumplir con ciertos estándares de belleza y peso puede tener un impacto significativo en el desarrollo de TCA, especialmente en las personas que son más susceptibles a las influencias externas. Los medios de comunicación, la publicidad y las redes sociales pueden contribuir a la promoción de imágenes corporales poco realistas.

Historial de Dietas Restrictivas

Las dietas restrictivas o la participación en regímenes extremadamente bajos en calorías pueden desencadenar TCA, ya que estas restricciones pueden llevar a un aumento de la obsesión por la comida y a la posibilidad de episodios de atracón.

Historias de Trauma o Abuso

Experiencias traumáticas, como el abuso físico, emocional o sexual, pueden contribuir al desarrollo de TCA. El trastorno puede utilizarse como una forma de controlar o distanciarse de los sentimientos relacionados con el trauma.

Cambios en la Pubertad y la Adolescencia

Los cambios hormonales que ocurren durante la pubertad pueden desempeñar un papel en el desarrollo de TCA, ya que pueden afectar la percepción de la imagen corporal y la regulación del apetito.

Comorbilidad con Otros Trastornos de Salud Mental

Los TCA a menudo se presentan junto con otros trastornos de salud mental, como la depresión, la ansiedad y los trastornos de personalidad

Es importante destacar que los trastornos de la conducta alimentaria son resultado de una interacción compleja de estos y otros factores, y las causas exactas pueden variar en cada individuo. La comprensión científica de los TCA sigue evolucionando a medida que se realizan más investigaciones y se profundiza en las complejidades de estos trastornos.

Síntomas y Señales de Trastornos de la Conducta Alimentaria

Reconocer los síntomas de los trastornos de conducta alimentaria puede ser un desafío, ya que a menudo se manifiestan de manera sutil. Desde la anorexia hasta la bulimia y el trastorno por atracón, cada trastorno tiene sus propios signos característicos. Estos pueden incluir cambios drásticos en el peso corporal, obsesión por la comida y la apariencia, evitación de comidas sociales y comportamientos compulsivos relacionados con la comida.

Algunas Consecuencias de los TCAs

Problemas de Salud Física

Los cambios en la dieta, las restricciones, las conductas compensatorias… pueden tener consecuencias en nuestro cuerpo como por ejemplo problemas cardiovasculares, osteoporosis, diabetes, deterioro en el sistema inmunológico, problemas gastrointestinales, alteraciones endocrinas por nombrar sólo algunas..

Problemas de Salud Mental

La depresión, la ansiedad y otros trastornos de salud mental son comórbidos con los trastornos de la conducta alimentaria.

Aislamiento Social

La preocupación constante por la comida y la imagen corporal puede llevar al aislamiento social y a dificultades en las relaciones interpersonales.

Deterioro de la Calidad de Vida

Muy relacionado con lo anterior y con la evitación de ir a ciertos lugares o estar con personas que impliquen comer disminuye el disfrute y, por lo tanto, la calidad de vida de la persona con trastornos de la conducta alimentaria.

Impacto en la Autoestima

La insatisfacción con la imagen corporal y la cantidad de distorsiones cognitivas puede afectar a la autoestima de la persona en su conjunto, sintiéndose poco válida en ámbitos que, en principio, no se relacionan con el aspecto.

La Importancia del Apoyo y la Comunicación

Para quienes luchan con trastornos de conducta alimentaria, el aislamiento y la vergüenza pueden ser desafíos abrumadores. Aquí es donde el apoyo y la comunicación juegan un papel crucial. Amigos, familiares y profesionales de la salud pueden proporcionar un sistema de apoyo vital, brindando comprensión y aliento en el camino hacia la recuperación.

Promoviendo la Conciencia y la Educación sobre los Trastornos de la Conducta Alimentaria

La conciencia y la educación son fundamentales para abordar los trastornos de conducta alimentaria. Al comprender que estos trastornos son enfermedades complejas, podemos reducir el estigma y fomentar entornos de apoyo. Además, es esencial promover la educación sobre la prevención y la detección temprana en las comunidades, escuelas y hogares.

Los trastornos de conducta alimentaria son un recordatorio poderoso de la complejidad de la mente humana y la influencia de diversos factores en nuestra relación con la comida y la imagen corporal. Al mirar más allá de la superficie y abordar las causas subyacentes, podemos construir una base más sólida para la comprensión, la empatía y el apoyo necesario para la recuperación. Recuerda, nunca estás solx en esta lucha, y la búsqueda de ayuda es un paso valiente hacia una vida más saludable y equilibrada.

¿Se cura la ansiedad?

Yo estuve mal, muy mal.

Desde que recuerdo he tenido ansiedad. El primer ataque de pánico me dio con 9 años. Tardaron casi 10 en diagnosticarme.

A partir de ahí he tenido momento mejores y peores, desarrollando una agorafobia feroz por la que no conseguía salir ni al salón de la casa de mis padres.

Dejé de conducir, trabajar, salir, estar con amigxs… No podía ver ciertas series o películas, por si aparecía aquello que temía. Toda mi vida se redujo a mi habitación.

Esto, evidentemente, me “generó” una depresión.

Tras mucho apoyo, terapia y trabajo por mi parte comencé a salir de esa situación poco a poco. 

Cada vez que hacía algo tenía que saber exactamente por dónde íbamos a ir, dónde íbamos a estar. Necesitaba saber en qué lugar nos sentaríamos en un bar, por ejemplo.

Esto hacía que no me sintiera cómoda yendo con personas que no sabían lo que me pasaba (que eran casi todas).

Había calles por las que no pasaba, transportes que no cogía, horas en las que no salía. Estuve AÑOS sin ir a una tienda.

Absolutamente toda mi vida estaba controlada por la ansiedad. Para evitarla, más bien.

Esto lo cuento como contexto para que podáis llegar a entender el punto de inicio y el camino recorrido.

Hoy puedo decir que estoy bien. Es cierto que aún me quedan cosillas que trabajar como montarme en avión o ir a la playa, pero nada que me impida hacer una vida completamente “normal”.

Y es que ser “normal” (sin que serlo exista) es a lo que aspiramos cuando estamos muy mal. (Siempre pensaba en lo que se esfuerza la gente por escapar de lo común, y, en cambio, cuando se está fuera… Pero bueno, eso ya es filosofía.)

Pero ahora…

A lo que voy es que ahora mismo voy donde quiero, no sólo donde puedo. Que cuando digo “me da igual” a un plan, es porque de verdad me da lo mismo. Porque antes, tenía que ingeniármelas para que el grupo fuera donde yo estuviera más o menos cómoda.

Viajo, voy al cine, puedo ir de compras (no es que me encante, pero…), hago fila para pagar.

Con mucho trabajo toda esa anticipación ha desaparecido, lo que me ha dado una paz mental que no sé ni cómo explicar.

Al principio fue curioso porque mi mente no sabía qué hacer. Es decir, yo solo había vivido con un discurso interno repetitivo e intenso. Cuando esa voz se calló tuve que reeducar a mi mente a pensar en otras cosas. Cosas que me fueran útiles. Antes no tenía tiempo.

Noto que me concentro mejor, que tengo más imaginación (o al menos la enfoco mucho mejor), que estoy más pendiente de las personas que me rodean. Porque sí, los trastornos emocionales son terriblemente egocéntricos.

No he conseguido llegar al silencio mental (eso lo dejo para los budas) pero sí que soy yo quien controla ese flujo, y no al revés.

Me cuesta volver a esa etapa de mi vida aunque sea en recuerdo, pero me pidieron que lo compartiera para hacerte saber que hay luz. 

En serio, por muy mal que te encuentres ahora, por muchas terapias inútiles que hayas empezado, sigue buscando hasta dar con la tecla.

Merece la alegría.

Te lo aseguro.

✨ Estoy siempre preocupada✨ 

“Cuando algo me preocupa, no consigo dejar de pensar en ello. Le doy vueltas y más vueltas, imaginando todo lo que podría salir mal. Una vez esa situación se resuelve, bien porque el tiempo pasa o porque yo hago algo para que así sea, comienzo con una nueva preocupación. Es como un modo de vida que me hace muy infeliz pero que no puedo evitar”

¿Esto te suena?

La ansiedad es una emoción natural que todo el mundo experimentamos en ciertas situaciones. Sin embargo, cuando esta emoción se vuelve abrumadora y persistente, podría ser un signo de un trastorno de ansiedad, como la ansiedad generalizada (TAG). El TAG es una condición mental común que afecta a millones de personas en todo el mundo.

Este dato es importante saberlo porque a veces pensamos que las cosas nos ocurren sólo a nosotras… y no.

Causas de la Ansiedad Generalizada

El origen exacto de la ansiedad generalizada no se debe a una sola causa, sino más bien a una combinación de factores biológicos, psicológicos y ambientales. Algunas de las causas que se han identificado incluyen:

Factores Genéticos y Biológicos

Investigaciones sugieren que la predisposición genética juega un papel en la vulnerabilidad a desarrollar TAG. Las personas con antecedentes familiares de trastornos de ansiedad tienen una mayor probabilidad de experimentar ansiedad generalizada en algún momento de sus vidas. Además, desequilibrios en neurotransmisores como la serotonina y la noradrenalina pueden contribuir al desarrollo del TAG.

Factores Ambientales y Experiencias de Vida

Experiencias de vida estresantes, como traumas, abusos o eventos traumáticos, pueden desencadenar el inicio del TAG en individuos predispuestos. También, las condiciones ambientales en la niñez, como un entorno familiar disfuncional o una educación sobreprotectora, podrían aumentar el riesgo de desarrollar ansiedad generalizada en la edad adulta.

Síntomas de la Ansiedad Generalizada

Los síntomas del TAG pueden ser angustiantes y pueden interferir significativamente en la vida cotidiana de una persona. Los síntomas más comunes incluyen:

Preocupación Excesiva

Las personas con TAG suelen experimentar una preocupación crónica e intensa sobre diversas áreas de su vida, como el trabajo, la salud, las relaciones y el futuro. Esta preocupación es difícil de controlar y puede ir acompañada de pensamientos catastróficos.

Inquietud y Agitación

La inquietud física y mental es un síntoma característico del TAG. Las personas pueden sentirse tensas, inquietas e incapaces de relajarse. Esto puede manifestarse en síntomas físicos como temblores, sudoración y dificultad para concentrarse.

Síntomas Físicos

El TAG a menudo se presenta con síntomas físicos, como palpitaciones, molestias estomacales, dolores de cabeza y tensión muscular. Estos síntomas son el resultado de la respuesta del cuerpo al estrés crónico.

Factores de Mantenimiento del TAG

Los síntomas del TAG pueden persistir y empeorar debido a ciertos factores de mantenimiento. Estos factores pueden atrapar a las personas en un ciclo de ansiedad constante. Algunos de los factores de mantenimiento incluyen:

Evitación de la Ansiedad

Las personas con TAG a menudo tienden a evitar situaciones que les generen ansiedad. A corto plazo, esto puede brindar alivio, pero a largo plazo refuerza la creencia de que la situación es peligrosa. La evitación perpetúa el ciclo de ansiedad porque no comprobamos que nuestros pensamientos no son reales.

Distorsiones cognitivas

Las personas con TAG suelen tener patrones pronunciados de distorsiones cognitivas, o como lo llamamos por aquí: la Dramaqueen a un volumen altísimo y constante. Estos son pensamientos que no se adecuan a la realidad, anticipando lo peor en cualquier situación. Estos pensamientos negativos aumentan la ansiedad y dificultan la búsqueda de soluciones realistas.

Hiperfocalización en la Ansiedad

La atención constante en los síntomas de ansiedad puede amplificar la percepción de peligro y malestar. La hiperfocalización en la ansiedad dificulta la desconexión de los síntomas y el retorno a una sensación de calma.

Falta de Estrategias de Afrontamiento Efectivas

La falta de habilidades de afrontamiento adecuadas puede mantener la ansiedad. Las personas que carecen de estrategias para manejar el estrés y la ansiedad pueden sentirse impotentes ante los síntomas y las situaciones estresantes.

La ansiedad generalizada es un trastorno complejo que involucra una interacción de causas biológicas, psicológicas y ambientales. Comprender las causas subyacentes, los síntomas y los factores de mantenimiento es esencial para abordar eficazmente el TAG.

Si tú o alguien que conoces está lidiando con ansiedad generalizada, es importante buscar ayuda profesional. Recuerda que el tratamiento adecuado y el apoyo adecuado pueden marcar la diferencia en la vida de quienes sufren de ansiedad generalizada.

Aprender a Desaprender

El aprendizaje es un proceso fascinante que impulsa nuestro crecimiento personal y profesional. A medida que adquirimos nuevas habilidades y conocimientos, nuestros cerebros se convierten en un escenario de cambios asombrosos. 

Sin embargo, también hemos experimentado la frustrante sensación de que ciertos hábitos o creencias profundamente arraigados son difíciles de deshacer. ¿Por qué es tan complicado revertir lo que hemos aprendido? Vamos a explorar el mecanismo neuronal detrás del aprendizaje y entender por qué algunos patrones son tan resistentes al cambio.

¿Cómo aprendemos?

El proceso de aprendizaje comienza con la comunicación entre las neuronas en nuestro cerebro. Cuando experimentamos algo nuevo, las neuronas se conectan y forman sinapsis, que son las conexiones intercelulares a través de las cuales la información fluye. Estas sinapsis se fortalecen o debilitan en función de la repetición y la relevancia de la experiencia. Aquí es donde entra en juego la plasticidad sináptica, que permite que las conexiones neuronales se modifiquen en función de la experiencia.

Persistencia del Aprendizaje

Una vez que hemos aprendido algo, el cerebro construye un camino neural sólido para esa información. Estos caminos se vuelven más resistentes con el tiempo, lo que explica por qué es difícil deshacer lo que hemos aprendido. Imagina estos caminos como senderos trazados en un bosque: cuanto más se camina por un sendero, más marcado y difícil de cambiar se vuelve.

Reforzamiento y Emoción

El refuerzo juega un papel esencial en la consolidación del aprendizaje. Cuando experimentamos una recompensa o un resultado positivo como resultado de una acción específica, nuestro cerebro refuerza las conexiones sinápticas relacionadas con esa acción. Del mismo modo, las experiencias emocionales también influyen en la persistencia del conocimiento. Las lecciones aprendidas en momentos emocionales tienden a quedarse grabadas más profundamente en nuestro cerebro, lo que dificulta su eliminación.

Inercia Cognitiva

Se refiere a la tendencia humana a aferrarse a patrones de pensamiento, creencias y hábitos establecidos, incluso cuando ya no son beneficiosos o apropiados. Esta resistencia al cambio cognitivo puede dificultar la adopción de nuevas ideas, la adaptación a situaciones cambiantes o la modificación de comportamientos arraigados. Se produce por varias razones psicológicas y neurológicas:

Eficiencia Mental

 Nuestros cerebros buscan la eficiencia y la conservación de energía. Una vez que hemos aprendido una forma de hacer algo, es más fácil y rápido seguir haciéndolo de la misma manera, ya que requiere menos esfuerzo mental que aprender algo nuevo o cambiar un hábito.

Confort y Familiaridad

Las personas tienden a sentirse cómodas con lo que ya conocen y con lo que es familiar. La novedad y lo desconocido pueden generar ansiedad, por lo que la inercia cognitiva actúa como una especie de “zona de confort” que nos protege de la incertidumbre.

Consistencia y Coherencia

Las personas tienen un deseo natural de mantener la coherencia en sus creencias y acciones. Cambiar de opinión o comportamiento puede percibirse como una amenaza a la coherencia personal, lo que lleva a la resistencia al cambio.

Coste de Oportunidad

Cambiar de dirección o adquirir nuevas habilidades puede requerir una inversión significativa de tiempo, esfuerzo y recursos. La inercia cognitiva puede surgir cuando la percepción del costo de oportunidad supera los posibles beneficios de cambiar.

Influencia Social del Aprendizaje

 Nuestro entorno y las personas que nos rodean pueden influir en nuestras creencias y comportamientos. La conformidad social puede mantenernos en patrones establecidos, incluso si no se ajustan a nuestras necesidades o metas individuales.

Sesgos Cognitivos

Los sesgos cognitivos, como la aversión a la pérdida o la aversión al riesgo, pueden llevar a mantener comportamientos o creencias que no son racionales desde una perspectiva objetiva.

Recompensa y Refuerzo Pasado

Si en el pasado hemos experimentado recompensas o resultados positivos relacionados con un patrón de pensamiento o comportamiento específico, es más probable que mantengamos esa conducta, incluso si ya no es adecuada en el presente.

La inercia cognitiva puede ser beneficiosa en ciertas situaciones, ya que permite la automatización de tareas cotidianas y la conservación de energía mental. Sin embargo, también puede ser un obstáculo cuando se trata de adaptarse a nuevos desafíos, aprender nuevas habilidades o cuestionar creencias obsoletas. Reconocer la inercia cognitiva y desarrollar la capacidad de superarla es fundamental para el crecimiento personal y la toma de decisiones informadas.

Adaptación al Cambio

Si bien puede parecer que deshacer lo aprendido es una tarea monumental, nuestro cerebro es sorprendentemente adaptable. La neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para cambiar y reorganizarse, persiste a lo largo de toda la vida. Al exponernos a nuevas experiencias y enfoques, podemos crear nuevos senderos neuronales y debilitar las conexiones existentes.

El mecanismo neuronal del aprendizaje y la persistencia del conocimiento es un campo en constante exploración. A medida que comprendemos mejor cómo nuestro cerebro adquiere y retiene información, también podemos desarrollar estrategias para deshacer lo que ya hemos aprendido. Aunque desafiar la inercia cognitiva y reconfigurar las conexiones neuronales puede ser un desafío, la plasticidad cerebral nos brinda la esperanza y la oportunidad de seguir creciendo y evolucionando a lo largo de nuestras vidas.

✨ Mi hija, el móvil y su abuelo: Crianza y Familia Política✨ 

Mi pareja y yo tomamos la decisión de que mi hija sólo tendría móvil a partir de los 12 años (no es que sea la mejor edad, es que creemos que no podíamos alargarlo más).

Evidentemente, ella empezó a pedirlo desde mucho antes.

En su 10 cumpleaños su abuelo, mi suegro, apareció con un móvil de regalo.

La niña, loca de contenta, lo abrió enseguida… ¿Cómo decirle ahora que no podía usarlo? ¿Cómo abordar ese tema con mi suegro cuando sabía perfectamente nuestra opinión al respecto?

Establecer límites con la familia política respecto a la crianza puede ser un proceso delicado, pero esencial para mantener una relación sana y equilibrada. Aquí hay algunos pasos que pueden ayudarte a establecer límites de manera efectiva:

Reflexiona sobre tus propios límites 

 Antes de hablar con tu familia política, tómate un tiempo para reflexionar sobre tus propias necesidades y expectativas. Define qué aspectos de tu vida y crianza de hijxs son líneas rojas y cuáles no. Establece prioridades. Identifica cuáles son los aspectos más importantes en los que deseas establecer límites con tu familia política. En este punto es bueno pensar el terreno en el que nos permitimos ceder y cuál no.

Habla con tu pareja

Antes de tomar decisiones sobre los límites, habla con tu pareja y asegúrate de que ambas partes estéis en la misma página. No sirve de nada que tú establezcas un límite que no es importante para él/ella. La comunicación entre la pareja es esencial para tener una posición unificada y respaldarse mutuamente. 

Son sus padres, no los tuyos.

Lo ideal es que sea tu pareja quien hable con su familia y ponga los límites (ya te encargarás tú de tu parte). Aún así, es importante que tú estés para apoyar lo que tenéis acordado y que sepan que es una decisión estable.

Habla con claridad

Cuando sea el momento de hablar con tu familia política, hazlo con claridad y con mensajes directos. Expresa tus necesidades y deseos de manera respetuosa pero firme. Evita rodeos o ambigüedades. La asertividad puede ayudarte para mantener aquello que quieras decir sin que las emociones del momento te hagan cambiar.

Escucha sus perspectivas

Permíteles expresar sus puntos de vista y preocupaciones. Escuchar activamente los ayudará a sentirse respetados y podría facilitar la comprensión mutua. En mi caso, con el móvil, mi suegro nos estuvo contando que él de niño tuvo muchas carencias y que no quería que su nieta pasara por eso. Que el poder hacerlo por ella, le hacía inmensamente feliz (tampoco pudo hacerlo con sus hijos). De esa forma entendemos los porqués y no atribuímos los actos a que ignoran nuestras directrices o que no nos toman en serio.

¡Ojo! Comprender el motivo no significa que vayamos a mover nuestro límite si este es firme, pero seguro que vamos a responder ante su comportamiento de otra manera.

Aprender a ceder y negociar

Gracias a que sabemos cuáles son nuestras prioridades, podemos ceder en otros aspectos. Por ejemplo, no cedo en que tome chucherías, pero puedo ceder en que se acueste un poco más tarde cuando está con sus primas (si es que esas son las cosas importantes para mí).

Ser demasiado rígidx no va a permitir que lleguemos a consensos, pudiendo peligrar los límites realmente básicos en tu forma de educar.

Establece límites específicos

Proporciona ejemplos concretos de los límites que deseas establecer. Por ejemplo, si deseas que respeten tu decisión sobre cómo criar a tus hijos, deja claro cuáles son tus enfoques y qué temas no deseas que discutan. 

Es una buena idea también hacer ver que existen ciertas consecuencias, no como amenaza, si no como respuesta a lo que se haga.

Usa técnicas asertivas

Mantén la calma y el respeto: Es probable que haya momentos de tensión durante estas conversaciones. Mantén la calma y evita confrontaciones emocionales. Respeta sus opiniones, incluso si no estás de acuerdo.

Constancia

Una vez que hayas establecido los límites, mantén la consistencia. No te sientas culpable por mantener tus límites y asegúrate de que todo el mundo que esté involucrado los respeten. 

Reconoce el progreso y los esfuerzos

Si notas que tu familia política respeta tus límites, agradece su comprensión y aprecio. Reconocer el progreso los motivará a continuar respetando tus necesidades.

Acepta que tomará tiempo

Cambiar dinámicas familiares y establecer límites puede llevar tiempo. Sé paciente y sigue trabajando en fortalecer las relaciones mientras estableces límites adecuados.

Recuerda que establecer límites no significa cortar lazos con la familia política, sino encontrar un equilibrio saludable para mantener una relación armoniosa y respetuosa entre ambas partes.

Si necesitas saber más sobre el tema o crees que hay situaciones para las que necesitas ayuda ¡no dudes en pedir información sobre las terapias que ofrecemos!

Soy una olla a presión

Las explosiones emocionales son expresiones muy intensas de sentimientos.

Esto, en sí, no es malo, pero puede llegar a serlo cuando existe cierto descontrol, haciendo o diciendo cosas de las que luego nos arrepentimos.

Las emociones son una parte esencial de la experiencia humana. Nos permiten expresar nuestras alegrías, tristezas, miedos y enfados… Sin embargo, hay ocasiones en las que estas emociones pueden tornarse abrumadoras y manifestarse en explosiones emocionales, generando conflictos en nuestras relaciones y dificultando nuestro bienestar. En este post, exploraremos diversas estrategias para aprender a controlar estas explosiones emocionales y cultivar una vida más equilibrada y saludable.

Comprender las emociones y su propósito

Las emociones son respuestas automáticas a estímulos internos o externos y tienen un objetivo adaptativo. Todas. Las que nos son agradables y las que no nos lo son tanto.

Por ejemplo, el miedo nos alerta de peligros potenciales, mientras que la ira nos impulsa a establecer límites y proteger nuestros derechos. Al entender que todas las emociones son válidas y tienen un propósito, podemos empezar a trabajar con ellas de manera más constructiva.

Practica la autoconciencia emocional

La autoconciencia emocional es la habilidad de reconocer y comprender nuestras propias emociones, así como ser conscientes de cómo esas emociones influyen en nuestro pensamiento, comportamiento y toma de decisiones. Implica estar en sintonía con nuestras experiencias emocionales internas y tener una comprensión clara de lo que sentimos en diferentes situaciones.

Esta habilidad va más allá de identificar las emociones básicas, como la tristeza, la alegría o la ira. La autoconciencia emocional nos permite reconocer emociones más complejas y sutiles, como la frustración, la ansiedad, la vergüenza o la gratitud. También implica entender la causa y el origen de nuestras emociones, así como cómo estas pueden ser influenciadas por nuestras experiencias pasadas, creencias y valores.

Es un componente fundamental de la inteligencia emocional, que es la capacidad de reconocer, comprender y gestionar tanto nuestras emociones como empatizar con las de lxs demás de manera efectiva. Al desarrollar esta habilidad, podemos tener un mayor control sobre nuestras respuestas emocionales y tomar decisiones más informadas y equilibradas en diferentes situaciones.

La autoconciencia emocional se puede desarrollar a través de la práctica y el autoreflejo. Algunas técnicas útiles incluyen llevar un diario emocional, practicar la meditación y el mindfulness, y estar atentxs a nuestras reacciones emocionales en diferentes situaciones.

Identifica los desencadenantes de las explosiones emocionales

Una vez que somos conscientes de nuestras emociones, es esencial identificar los desencadenantes que provocan nuestras explosiones emocionales. Estos pueden ser situaciones específicas, personas, pensamientos o recuerdos que evocan respuestas emocionales intensas. Al reconocer estos desencadenantes, podemos desarrollar estrategias para enfrentarlos de manera más controlada.

Aprende técnicas de autorregulación emocional

El estrés puede ser un catalizador para las explosiones emocionales. Aprender técnicas efectivas para manejar el estrés es fundamental para mantener la calma en situaciones difíciles. 

Nuestras emociones son como tener una olla con leche al fuego.

La leche se va calentando, pero cuando llega al punto de ebullición se derrama. La idea es saber en qué momento “quitar el cazo del fuego”. 

A esto se le llama autorregulación emocional. La autorregulación emocional es la capacidad de controlar nuestras emociones y comportamientos impulsivos.  ¡Ojo! No evitarlo, ni esconderlos, controlarlos. 

Cuando experimentamos una emoción intensa, es útil tomarnos un breve descanso para calmarnos antes de reaccionar porque una vez derramada la leche… sólo podemos limpiar el estropicio.

La práctica de ejercicios físicos, la respiración profunda, la relajación muscular progresiva y la atención plena son algunas de las estrategias que pueden ayudarnos a reducir el estrés y aumentar nuestra resiliencia emocional.

Es un proceso…

El proceso de aprender a controlar las explosiones emocionales puede llevar tiempo y esfuerzo. Es fundamental cultivar la paciencia y ser compasivos con nosotrxs mismxs durante este proceso. Aceptar que somos seres humanos y que todos experimentamos emociones intensas en ciertas ocasiones nos permite enfrentar nuestros desafíos emocionales sin juicio ni culpa.

Si nadie nos ha enseñado cómo gestionar lo que nos ocurre, es más difícil que lo aprendamos de un día para otro.

Buscar apoyo y ayuda profesional

Si las explosiones emocionales están afectando significativamente nuestra vida cotidiana y relaciones, es importante buscar apoyo y ayuda profesional. La terapia psicológica puede ser una herramienta valiosa para explorar las causas subyacentes de estas explosiones emocionales y aprender estrategias adicionales para manejarlas de manera efectiva.

✨ ¿Soy mala madre?✨ 

La sensación de ser un mal padre o una mala madre es un sentimiento común que muchas personas experimentan,

Aunque cada vez se habla más del tema, todavía hay muchos tabúes al respecto, porque imaginamos que la crianza debe ser natural, espontánea, amorosa siempre y estética.

Y ¡SPOILER!

No lo es.

Expectativas poco realistas

El gran problema ante el que se encuentran los padres y madres son las altas expectativas cómo debe ser la crianza. “Esto jamás lo haré” “Que mala madre es fulanita que le deja hacer X” “En mi casa no va a haber ni una voz”.

Si sienten que no están cumpliendo con esas expectativas, aparece el malestar.

Las altas expectativas pueden ejercer una gran presión haciéndoles sentir que deben ser perfectxs y cumplir con estándares imposibles, generando estrés y ansiedad. 

En este momento también aparece la emoción estrella de la mapaternidad: la culpa. Al no lograr cumplir con esas altas expectativas, pueden sentirse culpables e inadecuados como padres/madres. Esto puede erosionar su autoestima y afectar negativamente su relación con sus criaturas..

Y al enfocarnos demasiado en cumplir con expectativas irreales, podemos perder de vista el disfrute genuino de la crianza. La presión constante puede hacer que la mapaternidad se convierta en una tarea agotadora en lugar de una experiencia gratificante.

Además, las altas expectativas pueden llevar a ser más críticos y exigentes. Esto puede generar tensiones en la relación y afectar la comunicación y la confianza entre las partes.

Falta de confianza en las habilidades parentales

La crianza no viene con un manual y, a menudo, podemos sentir inseguridad sobre si las decisiones que estamos tomando son las más correctas.

Por mucho que leamos, nos informemos o hablemos con otras personas, puede que lo que se supone que funciona, no te funcione a ti (hay muchos motivos personales y contextuales para que esto ocurra) pero eso no significa que no estés haciéndolo bien.

No significa que por eso seas una mala madre.

Culpa por errores pasados

Toooooodo el mundo comete errores en algún momento, también los padres y las madres. Algunas personas pueden tener dificultades para superar esos errores y perdonarse a sí mismxs, generando un círculo vicioso al que añadimos más culpa y estrés.

Estrés y agotamiento

Los padres y las madres son personas.

¿Esto qué quiere decir?

Que también tienen problemas, se cansan, se frustran o se enfadan. A esto añadimos el propio ritmo de la vida moderna, que no nos da un respiro y porque siempre nos exige más y más.

La crianza es agotadora física y emocionalmente. Es una tarea compleja y demandante que involucra una gran responsabilidad ya que los padres/madres son lxs principales cuidadorxs y educadorxs de sus hijxs. Tener la responsabilidad de satisfacer las necesidades físicas, emocionales y sociales de las criaturas puede ser abrumador.

Requieren atención y cuidado las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Esto puede ser dejar poco tiempo para descansar, lo que aumenta el malestar y el estrés general.

Influencia de la sociedad y los medios de comunicación

La sociedad y los medios a menudo transmiten imágenes idealizadas de la paternidad y la maternidad. A causa de esto nos comparamos y sentimos que no estamos a la altura creyendo que somos “malas madres” por hacer (o no hacer) ciertas cosas. 

 La comparación constante con otras familias puede generar sentimientos de envidia o frustración.

Es esencial recordar que ser una madre o un padre perfectx es una expectativa irreal. Todo el mundo cometemos errores, sin embargo, lo importante es aprender de ellos y tratar de mejorar continuamente. El hecho de revisarse y querer mejorar ya es mucho, así que, en primer lugar enhorabuena.

 Hablar con amistades, familiares o buscar apoyo profesional puede ayudarnos a lidiar con estos sentimientos. También es muy útil rodearse de personas honestas con las que poder compartir emociones incómodas, que, te aseguro, todo el mundo tenemos.

Y, sobre todo, perdónate.

Lo haces lo mejor que puedes y sabes. Quizá ahora no te lo valoren, pero lo sabrán apreciar en el futuro.

¿Malestar físico o psicológico?

“Me empezó un dolor fuerte en el centro del pecho que subía hasta la mandíbula. De uno a 10 podía ser perfectamente un 7 u 8. Me asusté muchísimo.

Dejé lo que estaba haciendo y me medí las pulsaciones. Todo estaba bien.

Pensé en ir al médico pero me dio miedo desmayarme en el camino.

Me tumbé y poco a poco se me fue pasando.

Al día siguiente me volvió a pasar a la misma hora. Esta vez me bajaba el dolor por el brazo izquierdo. Llamé a mi pareja. Me propuso ir a urgencias pero no sé porqué yo no quería.

Y otra vez, el día después.

¿Qué ocurrió? Que el viernes (había quedado con mi grupo de amigas) no me pasó.

Eso me hizo sospechar que tenía más que ver con la situación que con tener un problema de salud. Estoy estudiando oposiciones y siempre me pasa cuando hago tests para evaluar mis conocimientos.”

Cómo diferenciar la causa del malestar

Cuando nos enfrentamos a un síntoma, es natural preguntarnos si tienen una causa física o si podrían estar relacionados con aspectos psicológicos.

La línea que separa el malestar físico y el psicológico a menudo puede ser difusa, pero entender las diferencias puede ayudarnos a buscar la atención adecuada y tomar decisiones informadas sobre nuestra salud.

Veamos algunas pautas que nos pueden ayudar a distinguir si la causa del malestar es física o psicológica.

Exámenes médicos

Si has realizado exámenes médicos exhaustivos y no se ha encontrado una causa física subyacente para el síntoma, esto podría indicar que el origen es más probablemente psicológico. Es importante descartar causas físicas antes de considerar factores psicológicos.

 Evalúa los síntomas de manera objetiva

Comienza por hacer una lista detallada de tus síntomas. Observa si hay síntomas que son fácilmente atribuibles a causas físicas (dolor localizado, fiebre…) Descríbelos de la forma más precisa posible y observa los cambios que se producen.  

Observa patrones y cambios en los síntomas

Presta atención a la naturaleza de tus síntomas. Si los síntomas fluctúan en intensidad, se desencadenan por situaciones específicas o muestran una relación con factores psicológicos, es probable que tengan una causa más psicológica. Por el contrario, si los síntomas son constantes, siguen un patrón predecible o se relacionan directamente con actividades físicas, es más probable que tengan una causa física.

Historial médico y psicológico

Considera si tienes antecedentes de condiciones médicas o trastornos psicológicos que podrían estar relacionados con el síntoma en cuestión. Por ejemplo, si ya has tenido episodios agudos de estrés es posible que se relacione con aspectos psicológicos, aunque el síntoma actual y el que hubieras tenido en el pasado sean distintos.

Pongamos el caso de que en el pasado el estrés provocase que no pudieras comer bien o que incluso vomitases lo que ingerías y que en este episodio lo que te salgan sean eccemas en la piel.

Considera tus factores de estrés y emocionales

El estrés, la ansiedad, la depresión u otras condiciones emocionales pueden manifestarse a través de síntomas físicos, aunque no siempre tengamos conciencia de que estamos mal. 

Reflexiona sobre si estás experimentando un nivel elevado de estrés o si has pasado por eventos emocionales difíciles recientemente. Los síntomas que se presentan en momentos de estrés intenso o como respuesta a eventos emocionales pueden indicar una causa psicológica.

 Busca la opinión de profesionales de la salud

Igual que un médico podrá realizar exámenes físicos, pruebas y evaluaciones clínicas para descartar causas físicas subyacentes, la psicología puede evaluar tus síntomas desde una perspectiva psicológica y ayudarte a determinar si hay factores emocionales involucrados.

Diferenciar entre el malestar físico y psicológico puede ser un desafío, pero considerando los síntomas, los factores de estrés, los patrones y buscando la orientación de profesionales de la salud, podemos obtener una imagen más clara.

Recuerda que no siempre hay una línea divisoria clara y que algunos síntomas pueden tener causas mixtas. Lo más importante es buscar el apoyo adecuado y recibir el tratamiento necesario para promover tu bienestar general.

No son cosas de niños

El bullying, también conocido como acoso escolar, es un comportamiento agresivo y repetido que se produce en el contexto escolar o en entornos similares, donde una persona o grupo de personas ejerce su poder sobre otra persona de forma intencional y con el objetivo de causarle daño físico, emocional o psicológico. 

El bullying implica una desigualdad de poder, donde quien acosa se encuentra en una posición de superioridad sobre la víctima.

Este acoso puede manifestarse de diferentes formas, como:

Verbal: Insultos, burlas, apodos ofensivos, comentarios humillantes o despectivos dirigidos hacia la víctima.

Físico: Agresiones físicas directas, como golpes, empujones, patadas, o daño a pertenencias personales.

Acoso social o relacional: Exclusión deliberada, difusión de rumores o mentiras, manipulación social, ignorar o aislar a la víctima.

Acoso online: Uso de tecnología y medios digitales para acosar a la víctima, como el envío de mensajes amenazantes, difamatorios o insultantes a través de redes sociales, correos electrónicos o mensajes de texto. El gran problema del momento que vivimos es que el acoso está siempre presente. Antes, al menos, te ibas a casa y el bullying directo terminaba, podías tener tu grupo del barrio, de fútbol o de canto.

Ahora no, porque estamos siempre en conexión.

He sufrido Bullying… ¿Me afectará en el vida adulta?

Sí.

Aunque a cada persona le afecta de una manera, pues esto depende de cuándo, cómo e intensidad, además, por supuesto, de las características propias de las personas.

El bullying, o acoso escolar, es un problema grave que puede tener consecuencias significativas en la vida de las personas afectadas, incluso en la edad adulta. 

Algunas de las posibles secuelas son:

Ansiedad y estrés

La persona puede sentirse constantemente en guardia, anticipando la posibilidad de ser humilladxs o maltratadxs, lo que dificulta su capacidad para relajarse y disfrutar de situaciones sociales o cotidianas. Este comportamiento es, evidentemente aprendido haciendo que nuestro sistema nervioso sobrerreaccione a estímulos que, por lo que sea nos recuerden a aquellas situaciones.

Depresión

El bullying repetido y prolongado puede llevar a sentimientos de tristeza, desesperanza y desvalorización. Las víctimas pueden experimentar depresión en la edad adulta, con síntomas como baja energía, pérdida de interés en actividades que antes disfrutaban, dificultad para concentrarse y cambios en el apetito y el sueño.

La persona se siente impotente y sin control sobre su propia vida. Las víctimas pueden llegar a creer que no hay escape de la situación y que no pueden cambiar su realidad. Estos sentimientos de desesperanza y falta de control pueden contribuir al desarrollo de la depresión.

Baja autoestima y autoimagen negativa

Cuando te repiten diariamente lo poco que vales (lo inútil, tontx, fex…), es obvio que se va a desarrollar una percepción negativa de sí mismas, creyendo que son inadecuadas, defectuosas o poco valiosas. Esta baja autoestima puede afectar la confianza en sí mismas, la capacidad para establecer relaciones saludables y el éxito en diversas áreas de la vida.

Dificultades en las relaciones interpersonales

Otra de las consecuencias es el miedo al rechazo, así la persona tenderá a desarrollar una actitud defensiva o tener dificultades para expresar sus emociones de manera saludable. Estas dificultades pueden afectar tanto las relaciones personales como las relaciones laborales.

Trauma y trastorno de estrés postraumático (TEPT)

Como ya hemos comentado en otros posts, el trauma tiene que ver más con cómo experimenta la persona un estímulo que con lo que ocurre en sí. El acoso, puede ser una experiencia traumática para muchas personas, y algunas pueden desarrollar trastorno de estrés postraumático en la edad adulta. Los síntomas del TEPT incluyen recuerdos intrusivos del acoso, pesadillas, flashbacks, evitación de situaciones relacionadas con el trauma, hipervigilancia y cambios en el estado de ánimo.

Problemas académicos y profesionales

Puede afectar negativamente el rendimiento académico y las oportunidades profesionales. Las víctimas de bullying pueden tener dificultades para concentrarse en el aprendizaje, sufrir disminución de la motivación y desarrollar actitudes negativas hacia la escuela o el trabajo. Estas dificultades pueden persistir en la edad adulta y limitar las opciones educativas y laborales.

Comportamientos autodestructivos

Algunas personas que han sido víctimas de bullying en la infancia pueden desarrollar comportamientos autodestructivos en la edad adulta, como el abuso de sustancias, la adicción al juego, la autolesión o la participación en relaciones abusivas. Estos comportamientos pueden ser una forma de lidiar con el dolor emocional y la baja autoestima asociados con el acoso sufrido en la infancia.

Es importante destacar que las consecuencias del bullying pueden variar en cada individuo y no todas las personas que han experimentado acoso escolar sufrirán las mismas secuelas. Sin embargo, es fundamental tomar en serio el impacto del bullying y proporcionar el apoyo necesario a las víctimas para ayudarles a superar estas experiencias y promover su bienestar en la edad adulta.