✨​¿Se puede dejar de sufrir? ✨

El sufrimiento según la RAE

sufrimiento

1. m. Padecimiento, dolor, pena.

2. m. Paciencia, conformidad, tolerancia con que se sufre algo.

Como podemos ver en la definición de la RAE sufrir no es sólo dolor. De alguna manera es una resignación con lo que nos está pasando.

Vivimos en un entorno cultural en el que ha calado profundamente eso de “Ganarás el pan con el sudor de tu frente” y no sabemos que no tiene que ser necesariamente así.

El sufrimiento es absurdo. ¡Ojo! No digo que no sea real, existe y es incapacitante, por eso es tan importante que sepamos ponerlo en el lugar donde pertenece y seamos capaces de no dejarnos arrastrar por el mismo.

La diferencia entre el dolor y el sufrimiento.

El dolor es inevitable. La vida está llena de acontecimientos que nos sacuden y sentir lo que esto nos provoca es imprescindible. EL dolor sirve para parar y recuperar el equilibrio que aquello que ocurrió nos tambaleó (o directamente devastó)

El sufrimiento, en cambio, es el juicio que hacemos sobre el dolor.

Es la cantinela que nuestra mente nos cuenta respecto a aquello que ya ha pasado, está pasando o pasará. 

Por eso dejar de sufrir es posible. No porque neguemos o evitemos lo que la vida es, es porque aprendemos a aceptar lo que ocurre pero también a dejar ir lo accesorio.

No aceptar la realidad es la principal causa de sufrimiento.

En esto el discurso interno tiene mucho que ver. Los mensajes automáticos que nos vamos lanzando, los ¿y si?, los ¿Cómo ha podido pasarme esto a mí?, es horrible, es insoportable, no me lo merezco…

Lo que es, es. 

Y respecto a esto poco podemos hacer. Aceptar lo que nos sucede significa comprender para poder saber donde quieres ir.

No es un sinónimo de resignación, en el que simplemente acatamos decisiones de alguna manera externa. Para nada. Aceptar implica hacernos responsables y sabernos capaces para cambiar aquello que podemos.

«El hombre es víctima de una soberana demencia que lo hace sufrir siempre, en la esperanza de no sufrir siempre, en la esperanza de no sufrir más; y la vida le escapa mientras espera gozar de los bienes que ha adquirido al precio de grandes esfuerzos».

Leonardo da Vinci

Cómo puedo dejar de sufrir

La realidad de lo que estamos viviendo no suele tener la importancia que creemos.

En primer lugar tenemos que valorar de forma objetiva lo que nos está pasando. En una escala del 1 al 10 ¿cómo de importante es lo que me hace sufrir?

Este distanciamiento nos hace caer en la cuenta que no todo lo que nos provoca dolor tiene derecho a hacerlo.

Por ejemplo: Mis amigas han quedado y no me han avisado. Puede molestar, está claro, pero ¿hasta qué punto esto puede generar un nivel tan alto de sufrimiento? Mirándolo con objetividad no deja de ser un 2 como mucho en “acontecimientos vitales”. Por eso, si es que ocurre, aceptamos y, antes de comenzar a darle vueltas a la cabeza, preguntamos por qué (seguramente se han olvidado, o ha surgido, no es nada en personal).

Controlar los pensamientos.

Como hemos visto, los pensamientos son los que terminan decidiendo si algo que duele va a terminar haciéndome sufrir. Controlar lo que pensamos no es fácil, porque estamos todo el día mandándonos mensajes automáticos, de los que, en la mayoría de las ocasiones, ni siquiera tenemos conciencia. 

La reestructuración cognitiva es la técnica más adecuada para estos casos.

“La hora de preocuparse” + técnica de parada de pensamiento.

Esto puede parecerte un poco tonto, pero creeme: funciona.

Si estamos muy enganchad@s al pensamiento podemos darnos un rato al día que llamaremos “la hora de sufrir” o “la hora de preocuparnos”. Durante ese tiempo tenemos que sentarnos a solas, sin ni una distracción y darle vueltas a todo aquello que nos pasa. Al tener este tiempo, durante el resto del día, si vienen pensamientos que nos hacen sufrir, tenemos que pararlos y emplazarlos a que esperen a su hora.

Apóyate en el humor

Si te sorprendes dramatizando demás sobre alguna cuestión que sabes que no es tan importante, llévalo al extremo. Intenta decirte de forma teatralizada lo terrible que es ser tú, y cómo la vida te pone obstáculos para que no seas feliz. Un “¿quién me pone la pierna encima para que no levante cabeza?”.

Cuando somos capaces de vernos desde fuera (y es el humor lo que consigue darnos esa distancia y objetividad) relativizamos mejor viéndolo todo desde una perspectiva más útil: aquella que mueve al cambio en lugar de paralizarnos.

Metasufrimiento

Cuando tomamos conciencia del sufrimiento inútil que soportamos, nos enfadamos con nosotr@ mism@s. ¿Cómo algo que no tiene una importancia real puede generarme este estado de ansiedad? También aquí hay que aceptar la emoción que viene. No darnos la vuelta y sufrir porque sufrimos.

Terapia

Si quieres dejar de sufrir, sientes que tu estado emocional es desbordante o necesitas más herramientas para controlarlo, pide ayuda.

La terapia nos sirve para poner en valor lo que nos ocurre y, por supuesto, trabajar para cambiarlo.

✨​Pensamientos molestos ✨

El ser humano cuenta con dos realidades: la externa y la interna.

Todo el mundo, de una u otra manera, distorsionamos la realidad, porque nuestro cerebro la filtra a modo de colador: nos quedamos con aquello que considera relevante.

Este filtrado suele hacerse a través de las palabras, es decir, que vamos contándonos qué ocurre. 

Y se realiza de forma automática.

El problema viene cuando el discurso que creamos no se ajusta con lo que de verdad sucede, llegando a dañarnos.

A esto le llamamos Dramaqueen.

Nuestra Dramaqueen es capaz de retorcerlo todo haciendo grande lo que no lo es tanto o viendo solo lo negativo de todo lo que nos pasa.

Así, los pensamientos automáticos nos generan emociones incómodas con las que no siempre sabemos lidiar.

¿Qué puedo hacer con esos pensamientos?

Es imposible dejar de pensar (siento si venías buscando otra solución). Es que ni siquiera es recomendable. 

Lo que sí podemos conseguir es aprender a que no nos haga daño.

Que sean como una mala canción en un bar: dejarla estar hasta que pase sin que nos ponga de mal humor o nos desconcentre de la conversación tan interesante que estamos teniendo.

Al querer luchar contra ellos sólo vamos a prestarles una atención que los alimenta, por lo que pueden hacerse más y más grandes cada vez.

Paradójicamente, cuanto menos “cuenta” les echemos menos molestarán y podremos continuar trabajando a favor de nuestros objetivos.

Las olas

Como digo, los pensamientos incómodos son como las olas del mar. Siempre están, por mucho que nos neguemos o que no queramos aceptarlas. EN esta metáfora tomamos conciencia de lo inútil que resulta ponernos a pelearnos con ellas ¿verdad? Pues tenemos que saber que es lo mismo con nuestro diálogo interno.

Sé que están, lo asumo (aunque no me guste) y sigo hacia delante.

———

Metafórica-MENTE es un proyecto que nace con el objetivo de difundir herramientas psicológicas como las metáforas clásicas de la terapia de Aceptación y compromiso.

La terapia de aceptación y compromiso es una terapia de tercera generación de eficacia probada para diferentes trastornos emocionales.

Su fin terapéutico es asimilar lo que nos ocurre pero sin engancharnos porque lo que importa, al final, es trabajar para alcanzar nuestras metas.

——-

¿Te ha gustado?

Échale un vistazo a nuestro canal de Youtube

Dirección, diseño y Animación: Antonio Corral 

Guion: Eirene García – Antonio Corral – Alma Montes Arenas – Juanpe Gálvez

Voz: Jose Antonio Meca

Referencia: Wilson, K. G., & Soriano, M. C. L. (2014). Terapia de aceptación y compromiso (ACT). Ediciones Pirámide.

Antonio Corral:

https://www.instagram.com/locomotiongraphics/

¿Cómo superar el miedo a la muerte?

Lo lógico es que te de miedo, porque es algo desconocido que nos inquieta. Y nuestra  Dramaqueen se pone a darnos la turra con ¿y a dónde vas a ir? ¿que pasará contigo? ¿te echará de menos alguien?

Y todo eso es normal que te ocurra. Por otro lado quiero contarte que este miedo tiene mucho qque ver con nuestra cultura y creencias. Con ello me refiero a que en nuestra cultura judeocristiana el peso de la religión y el cómo se vive la muerte influye en que le tengamos ese miedo. Vivimos en una cultura que vive de espaldas a la vida y digo vida porque la muerte forma parte de la vida.

¡Piénsalo! Lo estudiamos en el cole. Los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren. ¿Y qué somos nosotros sino seres vivos?

Antiguamente en nuestra cultura a las personas fallecidas se las velaba en las casas, no en los tanatorios. Los niños correteaban alrededor y se hablaba de la muerte y se les hacía participe. Ahora se les cuenta que se han ido de viaje.  Se hablaba, conversaba, acompañaba. Ahora se le suele restar importancia, o se evita hablar de la muerte y el duelo cuando una persona lo está atravesando.

Cuando alguien cercano muere eso nos lleva tomar más conciencia y pensar en nuestra propia muerte y como desconocemos completamente el tema, nos cagamos vivos cuando la Dramas nos pone por delante la película con el luminoso “Tu muerte” con todo lujo de detalles.

Todo esto para decirte, que tener miedo es normal, otra cosa es cómo puedo gestionar ese miedo y te voy a contar 4 cosicas que te pueden ayudar.

1.      Afronta. Para hacer pequeño un miedo hay que afrontarlo. Infórmate. Acércate. Hay libros y también contenido al respecto. A mí me encantó el de “Una muerte, un amanecer” de Elisabeth Kübler Ross.

2.      Acepta. Estar dispuesto a QUE LA VIDA ES COMO ES. La incertidumbre forma parte de la vida. Pero sabemos que sí o sí, la muerte es una certeza. No hay nada que podamos hacer para evitarla. No sabemos cómo ni cuándo y es normal que esto nos produzca preocupación pero te animo a pensar en que utilidad tiene centrarse en los pensamientos de voy a morir y quiero saber cómo y cuándo será. ¿No es más útil centrarse en que ahora no estas muriendo y hacer las cosas que te importan en vez de la película Muerte inminente que solo es una peli? Cuando llegue ese puente ya lo cruzarás.

3.      Párate. ¿Qué es importante para ti? ¿Qué objetivos vitales tienes?¿qué te hace sentir bien? Tiene más sentido y utilidad ahora que estas vivo centrarte en esto no?

4.      Hazte presente. La Dramas nos lleva al futuro y al pasado y no secuestra del presente.  Y lo cierto es que el presente es lo que realmente tenemos. Por eso es tan importante que respondas a la pregunta de qué quieres hacer con tu vida.

Si todo esto que te planteo se te hace un poco bola te invito a inscribirte a mi newsletter para que recibas mas contenido que pueda ayudarte o inviertas en el curso Calla a tu mente, Calla a tu dramaqueen que va a ayudarte a bajar el volumen, clarificar lo que te importa, actuar en consecuencia y por tanto estar más tranquil@ y presente.

✨¿Por qué siento envidia?✨

Las emociones no son buenas o malas.

Pero es cierto que hay algunas que nos incomodan, bien porque no sabemos gestionarlas, bien porque no queremos sentirlas.

Es el caso de la envidia.

La envidia es considerada es una emoción indeseable, socialmente rechazada. Cuando la sentimos, a su vez, aparece la culpa ¿por qué tengo que sentirme así? ¿Será que no soy buena persona? ¿Puedo hacer algo para evitarla?

Con este post quiero que veamos la humanidad que hay tras esta emoción y cómo gestionarla. Al menos para no añadir más sufrimiento a la emoción.

¿Qué es la envidia?

La envidia es una de las emociones que está conectada con el miedo y que surge porque queremos algo que otros tienen. Puede aparecer cuando ves que alguien ha conseguido algo que es importante para ti o cuando tú has perdido algo que era valioso.

Quiero aclarar que no existe envidia sana o mala. Existe la envidia humana. Y a mí no me gusta llamarla sana y mala porque ambas son inherentes a la experiencia humana y a los procesos que los seres humanos vivimos y experimentamos.

Es cierto que a veces sentirla puede llevar a las personas a cometer actos de dudosa moralidad pero otras les insuflan motivación para llegar a conseguir aquello que quieren y no rendirse.

Quiero decirte que sentirla no te hace mala persona, solo persona. Que es normal cuando surge que aparezcan pensamientos chungos porque hay trances muy dolorosos. Quiero DECIRTE que eso no tiene nada que ver con ser buena o mala persona. Cuando murió mi hija desee que todos los bebes desapareciesen, porque cada vez que me encontraba con uno sentía envidia y enfado. De porqué yo no y los demás si. Mi solución al problema era que nadie tuviese un bebe y así no tendría que ver ninguno que me hiciese recordar que mi hija había fallecido.

Esto te lo cuento porque es importante que la normalicemos. La envidia se castiga mucho en la sociedad por nuestra cultura cuando es algo muy nuestro.

¿Y cómo la gestiono?

1.      Respira y observa dónde la sientes en tu cuerpo.

2.      Identifícala, nómbrala.

3.      Pregúntate ¿para qué esta ahí?¿Para que te sirve? Sé que te hace sentir mal, pero ese hacerte sentirte mal ¿qué provoca en ti?. Estoy segura que hace que muevas el culo y te pongas en marcha para conseguir lo que quieres o para pedir ayuda para poder atravesar tu duelo.

4.      Tú no eres tus emociones y tus pensamientos. No eres mala persona por sentir envidia y tener cierto tipo de pensamientos.

5.      Recuerda que no es lo que piensas y sientes sino lo que hace con eso que piensas y sientes.

6.      Actúa. Haz que la envidia te sea útil como energía para moverte a conseguir lo que quieres y trabajar por ello.

Como sabemos, no podemos evitar sentirnos como lo hacemos, pero sí qué hacemos.

Que sientas envidia no significa que vayas a hacer nada para que otras personas estén peor. Es importante usar esa energía para mejorar aquellos aspectos de tu vida con los que no te sientes conforme.

Si todo esto que te planteo se te hace un poco bola te invito a inscribirte a mi newsletter para que recibas más contenido que pueda ayudarte o inviertas en el curso Calla a tu mente, Calla a tu Dramaqueen que va a mostrarte herramientas para bajar el volumen, gestionar tus emociones y pensamientos, clarificar lo que te importa, actuar en consecuencia y por tanto estar más tranquilx y presente.

Y tú ¿qué piensas?

✨¿Estará pensando en mí? ✨

Cierra los ojos.

Piensa fuerte en la luna.

Escribe tres veces su nombre y da tres vueltas alrededor de algo que tengas de esa persona.

Y pensará en ti…

Puede parecer una tontería, pero no os podéis imaginar la cantidad de visitas, visualizaciones, likes, que tienen posts que te dan este tipo de respuestas.

Necesitamos saber, y eso nos hace que nos aferremos a cualquier cosa.

Porque querer saber es humano, pero vengo a decir (escribir) algo que no es muy popular porque no nos manejamos bien en la incertidumbre: es imposible conocer lo que la otra persona piensa o siente en un momento determinado. 

Y si alguien te da respuestas certeras sobre este tema ¡huye!

Porque hoy por hoy sólo podemos saber qué piensan el resto preguntando.

E incluso así, sólo nos queda confiar en que nos está diciendo la verdad.

Lo único sobre lo que tenemos control es sobre la película que yo me monto al respecto. Es decir ¿Por qué quiero saber si está o no está pensando en mí?

¿En qué influye?

¿Mi autoestima se siente en peligro si esto no ocurre cuando y como quiero?

Aceptar que no podemos controlarlo todo da mucho miedo, pero querer saber cuando no hay formas de hacerlo lo único que nos puede llevar es a entrar en mundos pseudocientíficos, que te dan respuestas, pero no verdades.

La certeza absoluta es imposible. Por eso lo único que puedo hacer es trabajar en cómo manejarnos en la incertidumbre.

¿Por qué no preguntas?

¿Tienes miedo de lo que te pueda decir? ¿Qué estamos evitando respecto a una confrontación directa?

Cuando no preguntamos de forma directa muchas veces es porque tenemos miedo a lo que tienen que decirnos. Miedo al rechazo. Y es que la Dramaqueen nos hace creer que no vamos a poder soportar un no.

Lo cierto es que en muchas ocasiones tenemos más herramientas de las que pensamos y a la larga no preguntar nos genera más ansiedad y malestar que hacerlo.

Sea cual sea la respuesta.

✨¿Es posible liberarse de la culpa?✨

Ya sabemos que no hay emociones “buenas” o “malas” ya que todas nos ofrecen información que a veces no queremos ver.

Aún así, hay emociones que no nos gustaría vivir con esa intensidad, por eso lo mejor es hablar de “emociones incómodas” y cómo disminuir ese malestar que nos provoca.

La culpa es una emoción incómoda pero útil que aparece cuando lo que hacemos (o no hacemos) no concuerda con lo que creemos que deberíamos hacer.

Es decir, es una cuestión de expectativas. Es el juicio moral que hacemos a nuestras acciones.

La culpa no es negativa, como hemos dicho, es un mecanismo importante para que las personas sepamos que hemos actuado de forma incorrecta para la sociedad. Solo quien está enfermo no siente culpa.

Otra cosa es la culpa desproporcionada o desadaptativa, esa que nos provoca malestar por no fregar los platos o por haber dicho una palabra desafortunada hace 17 años.

A este tipo de culpa es preferible bajarle el volumen o puede convertirse en un martillo pilón que no nos deje en paz.

¿Cómo puedo disminuir el hecho de sentir culpa desproporcionada?

  • Planteándome los valores morales que tengo. ¿Cuáles son mis valores? ¿Éstos son míos o han sido heredados? A veces sentimos culpa por actos que, bien pensados, no son tan graves y responden a un juicio que ni siquiera es tuyo.

  • Flexibilizar mis juicios. El  ser humano no es todo o nada. Una acción no nos define e intentar ser coherente todo el tiempo durante cualquier situación es absolutamente agotador.

  • Perdónate. ¿Perdonarías a alguien que te ha hecho aquello por lo que tú te atormentas? Piensa que siempre intentamos hacer lo mejor que sabemos con la información que tenemos en ese momento. La culpa es una emoción que aparece posteriormente pero ¿tú sabías cuando ocurrió todo lo que sabes ahora?

  • Aceptalo y afróntalo. ¿Resuelve algo volver una y otra vez al pasado para recordar aquello? Lo que se hizo, se dijo o no se hizo, ya ocurrió. No podemos evitarlo. Lo que queda es aceptar la situación y afrontar las consecuencias. Evitándolo solo conseguimos que vuelva a nuestra mente una y otra vez. Es el elefante rosa en la habitación.

Cuando hablamos de liberarnos de la culpa no quiere decir que apoyemos eludir la responsabilidad. La responsabilidad nos mueve a la acción, la culpa nos paraliza.

Puedes verlo en vídeo aquí

✨ ¿Cómo conocí a mi Dramaqueen? ✨

No me encontraba bien.

Tenía mareos y me sentía lo que ahora sé que es despersonalizada la mayor parte del día.

Fui a diferentes médicos, me hicieron pruebas de tiroides, radiografías cervicales, hasta un TAC cerebral. 

Nada “físico” parecía explicar mi malestar.

Después de mucho (mucho) tiempo consentí ir a terapia. 

¿Cómo va a ser algo psicológico lo que me provoca estos síntomas corporales?

Pero ya estaba desesperada.

El primer día me pasó un test en el que vi reflejado cada pensamiento, cada emoción, cada signo (que yo no conectaba) y fui diagnosticada: Tenía ansiedad generalizada.

Las etiquetas diagnósticas no suelen gustar mucho a la gente, pero a mí me relajó, Ya sabía que no era la única persona en el mundo a la que le pasaba. 

“Si hay hasta un test tipificado que hace estas preguntas, será porque muchísima gente sentirá lo mismo que yo” Mal de muchos…

En esa primera sesión me explicaron que los pensamientos generan emociones y, aunque no seamos conscientes, provocan una respuesta corporal.

Pero ¿qué tipo de pensamientos? Yo siempre creí que era una persona con un flujo de pensamientos como cualquier otra… Y de repente me hicieron ver que pensar que no valía para nada, que era lo peor, que nadie me quiere si me muestro como soy, que soy inaguantable, que todo va a ir mal… no podía ser muy beneficioso.

A cuadros me quedé.

“¿Te crees lo que piensas?” – Me preguntó

¡Claro que creía lo que pensaba! ¡Cómo no hacerlo cuando el mensaje proviene de ti!

Pero no era yo

Tardas un poco en entender que todo lo que te dices no tiene porqué ser verdad. Si no podía confiar en lo que yo misma me contaba ¿en qué iba a confiar entonces? ¿Significaba que estaba “loca” o que no era racional?

Durante el proceso terapeútico fuimos desmontando cada uno de los pensamientos “disfuncionales”, hasta que tomé conciencia que aquello que me decía no se correspondía con la realidad. Todo el mundo piensa que la visión que tiene del mundo es objetiva, pero aprendí que no es así. La información que nos llega es filtrada varias veces por nuestro cerebro. Dependiendo de nuestros esquemas, creencias, experiencias y valores, construímos un discurso más o menos ajustado con lo que percibimos.

Esta idea al principio me asustó (y me enfadó) ¿cómo que yo no veía la realidad tal y como era? Pero la psicóloga fue demostrándome poco a poco que efectivamente no.

Y fue liberador.

Ese “clic” cambió mi vida. Después tuve que trabajar mucho para poder modificar unos mensajes que llevaba diciéndome toda la vida. Tuve que aprender a interceptarlos, porque eran automáticos, ser consciente de los momentos en los que se disparaban, qué era lo que más se repetía y, lo más importante: a no creérmelos. 

El camino ha tenido altibajos… Cuando parece que la Dramaqueen ha desaparecido, de repente llega y te golpea con fuerza. No te lo esperas. Pero una vez la conoces, tardas menos en identificarla y te cuesta menos ser tajante para decirle:

“Contigo no, bicho”

¿Y tú? ¿Conoces a tu Dramaqueen?

✨¿Por qué tengo ansiedad?✨

La ansiedad es un problema complejo y multifactorial, esto quiere decir que tienen que darse a la vez varias circunstancias tanto para que comience como para que se mantenga en el tiempo.

El objetivo de este post es entender cómo la Dramaqueen, el discurso interno que todo el mundo tiene, amplifica el trastorno. Cuando reconocemos esa voz interior, es más fácil utilizarla para que nos sea útil, para que juegue en nuestro equipo.

La ansiedad no es mala

El estrés, las preocupaciones, la ansiedad, no son emociones “negativas” per se, son muy útiles cuando nos encontramos ante un peligro. El problema viene cuando respondemos así ante situaciones que no ponen en riesgo nuestra vida.

Porque tenía sentido que el corazón enviase más sangre a los músculos cuando teníamos que escapar de un animal salvaje, pero no que nos provoque una taquicardia estar en un atasco ¿me explico?

El cuerpo reacciona ante señales, sean estas concretas o imaginadas (ya sabemos que la dramaqueen consigue hacernos creer que todo lo que pensamos sea real). Un primer episodio de ansiedad, por lo tanto, no tiene por qué convertirse en un trastorno. El problema viene cuando tenemos tanto miedo a que vuelva a suceder que intentamos controlar el ambiente o las emociones para que no nos vuelva a ocurrir.

Comparto un testimonio real:

“El primer ataque de ansiedad que me dio fue en una clase de la universidad. Yo estaba en mi primer año y por un momento sentí que me iba a desmayar. Salí de allí muy asustada porque pensaba que podía perder el conocimiento. Recuerdo que el camino hasta mi casa fue increíblemente angustiante. Lo pasé realmente mal. Al día siguiente, cuando me preparé para volver a clase, no conseguí atravesar la puerta. Yo aún pensaba que había sido una bajada de azúcar o de tensión pero por algún motivo no era capaz de salir. Quería evitar sentir esa sensación otra vez a toda costa.”

No puede volverte a pasar”, “Vas a volverte loca si te ocurre de nuevo”, “Si vas, te va a dar otra vez”… Estos son pensamientos que podemos tener ante un primer episodio. Y si hacemos caso a la voz que intenta protegernos, paradójicamente, va a agravar nuestro problema.

La necesidad de control, esa sobreexigencia, retroalimenta la ansiedad, y cada vez nos sentimos peor.

¿En qué se diferencia la ansiedad y el trastorno de ansiedad?

Mucha gente siente estrés o ansiedad, incluso tiene un ataque de pánico en algún momento de su vida, pero no termina desarrollando un trastorno. Como hemos dicho al principio, son varios los factores que influyen. Es la Dramaqueen y todo ese discurso que nos creemos la que hace que la ansiedad sea constante en el tiempo.

Pero no deja de ser una “buena noticia” (entended lo que quiero decir). Al ser una conducta aprendida, puede desaprenderse, tenemos la capacidad de utilizarla para que nos sea útil.

No es fácil, no voy a engañaros. Tenemos que modificar pensamientos y creencias con las que hemos convivido desde siempre, que nos fueron inculcadas en la infancia. 

¡Pero con trabajo es posible! Escuchar qué nos dice, en qué momento lo hace y saber que no siempre lleva razón es el primer paso para sentirnos mejor.

Palabrita.

✨ ¿Cómo te hablas? ✨

Os voy a contar por qué me pongo tan pesada con cuidar la forma en la que nos hablamos.

El lenguaje es una capacidad asombrosa. Nos permite imaginar, abstraer conceptos, pensar en situaciones que no están ocurriendo en este mismo instante, relacionar realidades.

Es brutal.

Ningún ser lo ha desarrollado como nuestra especie.

Gracias a esto (o por desgracia, que pensarían, si pudieran, plantas y animales que comparten La Tierra con nosotrxs) somos quienes partimos el bacalao. Sin ser más grandes, más fuertes o más rápidos, hemos conseguido dominar el ambiente.

El cerebro humano es maravilloso. Y también puede ser el origen de mucho sufrimiento. Todo lo que nos ha hecho llegar hasta aquí, que ha conseguido hacer volar toneladas de acero, que ha establecido sistemas legislativos complejísimos, que ha creado la Capilla Sixtina o Machu Pichu, es, además, lo que nos provoca trastornos emocionales incapacitantes.

Los sistemas y procesos son los mismos. Pero a veces no juegan a nuestro favor.

Para que nos entendamos…

Voy a intentar explicar de forma muy simple (y por lo tanto puedo dejarme muchas cosas en el tintero) cómo se construyen las relaciones en nuestra mente a través del lenguaje.

A lo largo de nuestro aprendizaje, vamos relacionando conceptos con pensamientos o consecuencias. Estas conexiones son ilimitadas. Lo hacemos de una manera casi automática, sin que nos cueste ningún tipo de trabajo. Esto es bueno (buenísimo) pero también puede ser muy perjudicial, porque al no establecer conexiones de forma consciente tendemos a hacerlo de una manera arbitraria.

Esto quiere decir que podemos relacionar fuego con dolor, que está muy bien, pero también con peligro, humo, asfixia, muerte. Siendo así no es de extrañar que se disparen conductas poco adaptativas cada vez que vemos un fuego, aunque este sea el de una barbacoa.

La intensidad de estas conductas dependerá, obviamente, de la potencia con la que hemos marcado esta conexión. De las veces que hayamos andado el camino entre fuego y muerte.

Además, esta relación puede hacerse (en la mayoría de los casos es así) de forma simbólica, por lo que ni siquiera necesitamos una experiencia directa para crearla.

Hay gente que tiene miedo a volar porque una vez sufrió turbulencias y el avión cayó de golpe cientos de metros. Esta fobia es palpable.

Otra, en cambio, lo tiene sin haberse montado nunca en un avión. ¿Por qué? Porque ha generado relaciones de forma abstracta a través del aprendizaje. No necesita saber cómo es un vuelo para que se le acelere el corazón, tenga temblores o le cierre el estómago.

Sólo un pensamiento (la posibilidad de volar ¡ojo! que no estamos hablando de que lo esté haciendo en ese momento) es capaz de provocar un estado físico incómodo.

Y es lo que hace la Dramaqueen.

La dramaqueen nos va contando de forma automática quién somos, cómo somos y lo poco que valemos. Este discurso puede dispararse por cualquier estímulo que haya sido conectado en el pasado y, por supuesto, nos va a generar emociones y conductas poco útiles.

Cuanto más tiempo lleve en nuestra cabecita, mayor será la red que haya tejido, más profundas serán las conexiones entre diferentes pensamientos, estímulos, conductas.

Sigamos con el ejemplo del miedo a volar.

Si alguien tiene miedo a volar y lo que hace es no viajar, vale. Pero esto puede ir extendiéndose con diferentes relaciones que nuestra mente vaya creando.

Estamos viendo callejeros viajeros en la India y piensas “yo nunca podré conocer ese país”. Esto te provoca tristeza y ansiedad, por lo que dejas de ver callejeros viajeros. Además no quieres ver las fotos que tu clase ha hecho en su viaje fin de carrera, por lo que aplazas quedar. Y la carretera que va al aeropuerto te recuerda lo mal que te hace sentir no poder coger un avión, por lo que terminas evitándola.

Podría seguir así muchos, muchos párrafos porque no es ninguna exageración. Casi todos los trastornos comienzan y se mantienen con esta lógica. 

¿Qué puede hacer la psicología al respecto?

He querido escribir este post porque sé que a mucha gente le gusta conocer cómo funciona su mente. A veces, saber el origen nos hace sentirnos menos perdidxs. También porque al contar con un marco teórico, entendemos por qué los tratamientos son de cierta manera y no de otra. 

Pero lo importante es saber que la psicología tiene herramientas que lo que consiguen es reestablecer las conexiones que no nos son muy útiles por otras más adaptativas.

Al final, lo que queremos es que nuestros pensamientos no sean obstáculos sino palancas con las que mover el mundo. 

✨CRÓNICA DE UN SECUESTRO (EMOCIONAL)✨

Te has sorprendido alguna vez actuando de forma muy impulsiva, sin apenas control de tu conducta, para darte cuenta, poco después, de que tu reacción ha sido exagerada e irracional. ¿A quién no le ha pasado verdad?

Pues te cuento que ese acontecimiento tiene nombre y apellidos (y por supuesto autor, Daniel Goleman). Hoy hablaremos del secuestro emocional.

¿Por qué pegaste a tu hermano pequeño si solo estaba bromeando cuando te quitó el mando? ¿Por qué estallaste en cólera cuando aquel conductor te adelantó de forma imprudente? ¿Por qué no controlaste ese ataque de celos que tanto daño hizo a tu pareja? ¿Por qué gritaste tanto y corriste despavorida si aquello que había en el suelo solo era un trozo de cuerda y no una boa constrictor ? 

Como ves, son muchas las situaciones en las que se puede dar un secuestro emocional y cuando caemos en uno perdemos por completo los papeles. Esto se debe a que la emoción que nos suscita la situación toma el control de nuestra conducta y no nos permite pensar.  Nos limitamos a actuar arrastrados por ella.

Segundos o minutos después de haber explotado, nuestro cerebro racional vuelva a tomar el control de la nave y se pone a evaluar los daños sufridos durante el secuestro. A veces habremos perdido amistades, otras la confianza y complicidad de un ser querido y otras quizá el respeto que nos tenemos a nosotros mismos. Entonces llega el turno de emociones como la vergüenza o la culpa, que tanto nos martirizan. 

Sea cual sea el daño, nos hubiese gustado haber sido capaces de controlar nuestra reacción. Pero, ¿por qué es tan difícil? Porque estamos evolutivamente preparados para que, en caso de identificar una amenaza (real o imaginada), nuestra reacción sea más rápida que efectiva. Este mecanismo tuvo un sentido en el pasado. Imagina a nuestros antepasados cromañones frente a un peligro inminente, como el ataque de un depredador. En esas situaciones la reacción debía ser rápida, cada milésima de segundo resultaba crucial. ¿Atacaba o huía? la velocidad de su decisión marcaba la diferencia entre la vida y la muerte. 

Sin embargo, hoy en día ya no enfrentamos ese tipo de peligros. La mayoría de amenazas que identificamos provienen de nuestras relaciones sociales o de la frustración por no alcanzar algún objetivo personal. Estarás de acuerdo conmigo en que se trata de situaciones en las que un secuestro emocional suele tener más costes que beneficios. 

Esto se debe a que una emoción, cuando más rápida, más inexacta y torpe nos vuelve. Pero OJO, esto no significa que experimentar emociones sea algo malo (una vida sin emociones es como un huevo sin sal), sino que el impulso que implica su aparición puede ser desproporcionado y nos puede llevar a actuar de forma poco útil o adaptativa.

Te dejamos mucha más info en el siguiente vídeo 😉

Si eres una víctima habitual de secuestros emocionales (ataques de ira, de celos, de llanto o de ansiedad) debes empezar a trabajar tu gestión emocional. En futuras entradas de nuestro blog abordaremos en qué consiste la gestión emocional. Por ahora, puedes empezar contándonos cuándo y cómo fue tu último SECUESTRO EMOCIONAL.