✨La felicidad ¿se nace o se hace?✨

Sonja Lyubomirsky tras estar  más de 20 años investigando científicamente la felicidad ha llegado a la conclusión que el 50% de nuestra felicidad viene determinada por nuestros genes. Ésto es, que tenemos cierta predisposición a ser más o menos felices, como tenemos predisposición a padecer diabetes o a tener canas.

El 10% está directamente relacionado con los acontecimientos vitales, con las circunstancias que nos rodean (¿a que pensabas que influía mucho más?)

Entonces… ¿qué determina el 40% restante?

El 40% de nuestra felicidad está vinculado a las decisiones que tomamos, es decir, que tiene que ver con nuestra personalidad, cómo nos enfrentamos al mundo o cómo nos relacionamos. Como vemos, es un porcentaje significativo el que depende absolutamente de una misma y que por lo tanto es susceptible de cambiar y entrenar. 

Es un gran hallazgo saber que la felicidad se puede potenciar, entender que adoptando ciertas conductas se puede ser más feliz. 

No digo que sea fácil, ya que nuestro cerebro, para sobrevivir a lo largo de la evolución, ha tenido que desarrollar las capacidades de juicio, cautela y peligro… Además, tenemos un bagaje emocional lleno de aprendizajes que no se cambian de un día para otro. Funcionamos así, por eso, no, no es fácil, pero es posible. Hay que trabajarlo como se trabaja el cuerpo, día a día, a lo largo de toda nuestra vida.

¿Cómo se entrena la felicidad?

No es una frase facilona tipo “Si quieres puedes” Tienes que querer, claro, pero además trabajar para conseguirlo. Y el cerebro es muy perezoso para aceptar los cambios.

1- No se puede ser feliz siempre: la adaptación hedonista

El ser humano es capaz de adaptarse a cualquier circunstancia. Esto ha hecho que consigamos llegar donde hemos llegado. La parte “perversa” de esta realidad es que también lo hacemos ante las situaciones positivas. ¿No te ha pasado que has deseado algo durante mucho tiempo y en cuanto lo has conseguido ha dejado de hacerte feliz?

No se puede ser feliz siempre. Intentarlo sólo nos conduce a la frustración. El quid de la cuestión es valorar lo que hemos conseguido y no da por sentado que lo tendremos siempre.

2- Acepta tu punto de partida

La aceptación no es resignación. Sólo siendo realistas sobre quienes somos (y no sobre quiénes deberíamos ser) podremos trabajar para alcanzar nuestros objetivos. Aceptar es conocer sin hacer juicios de valor.

3- Busca objetivos valiosos y trabaja para conseguirlo

Viktor Frankl, psiquiatra, tuvo la desgracia de ser prisionero en un campo de concentración durante la II Guerra Mundial. Los horrores que allí se cometieron son de sobra conocidos, pero Frankl observó algo curioso, tenía más probabilidades de sobrevivir aquel que consideraba que tenía un objetivo, una meta, algo más grande que sí mismo.

No tenía que ver con la fortaleza física, ni con la profesión o el estatus previo, era algo más íntimo: la creencia que su vida tenía que servir para algo. Que valía la pena seguir. En sus propias palabras:

“Quien tiene un por qué para vivir siempre encontrará el cómo”

4- Focaliza tu atención en lo bueno que hay en tu vida. Agradece. No te instales en la queja.

Sentir gratitud se ha relacionado positivimante con otros constructos como el optimismo, la esperanza, las emociones positivas, la vitalidad, tener conductas más sociales… en definitiva, se ha encontrado a través de diversos estudios, que ser por lo general agradecida se vincula con la percepción subjetiva de felicidad.

No estamos hablando de ser conformistas o no ser conscientes de lo negativo que hay en el mundo… Es más ejercitar la atención hacia aquellas cosas que nos hacen sentir mejor.

5- Revisa la forma en la que te hablas.

Nuestros pensamientos son, casi todo el tiempo, discursos. A través del lenguaje no sólo nos explicamos la realidad, también la generamos. Este run-run continuado nos acompaña todo el día, aunque no seamos conscientes la mayor parte del tiempo. Es importante, no, importantísimo, escucharse, porque a veces nos decimos cada cosa…

Aprender a callar a nuestra dramaqueen, tratarnos con cariño, perdonarnos, ser indulgentes que nuestros fallos… Hará que bajen los niveles de autoexigencia y ansiedad. O lo que es lo mismo, te hará más feliz. 

6- Disfruta

El ritmo de vida que llevamos nos impide muchas veces hacer cosas sólo para disfrutar. 

Cuando tenemos tiempo libre, lo aprovechamos para limpiar, comprar o hacer un curso de perfeccionamiento para el trabajo. Es importante dedicarnos tiempo para hacer algo que simplemente disfrutemos, aunque no “sirva para nada”.

Esta es una de las grandes causas que diferencian los niveles de felicidad entre la niñez y la adultez… Llega un punto en el que si no es productivo, no lo hacemos. 

Sigue aprendiendo, pinta, medita, baila… Aunque no lo hagas muy bien, aunque no sea adecuado en esta sociedad.