Viví en Portugal 4 años y mirando hacia atrás me doy cuenta que yo era más feliz allí.
Y no es que allí tuviera mejores condiciones laborales o sociales…
Pero me sentía más tranquila, más centrada, dormía mejor.
Una vez de vuelta a España lo entendí: por el portugués.
(El portugués el idioma, no que un portugués… en fin)
Y es que me pasaba el día hablando e intentando pensar en portugués.
Esto hacía que centrase mi atención en la construcción de frases, la búsqueda de la palabra adecuada, la pronunciación… (porque no, no es igual que el español).
Además, tenía que elaborar mi discurso, por lo que los pensamientos no iban tan disparados.
En definitiva, que tenía que pensar antes de pensar.
La importancia de estructurar el pensamiento
El cerebro nos lanza unos 60000 pensamientos diarios.
Estos son de todo tipo: ideas, recuerdos, operativos, deseos, creativos… Es genial y nos hace ser lo que somos como especie.
El desajuste viene cuando corremos tras cada pensamiento dispersando nuestra atención. Como un niño en una feria. Intentando atender a todo, pero sin llegar a atender a nada.
Controlar dónde situamos la atención evita esa sensación de descontrol, ese ruido constante que no nos deja seguir una línea argumental.
Cuando somos capaces de centrarnos en lo que realmente es valioso, sin “echar cuenta” a esos pensamientos molestos, nos sentimos más competentes, sin tanto estrés y mucho menos cansadxs (de nosotrxs mismxs).
Pero… ¿cómo lo hago?
Ok. No es fácil. Empecemos por ahí. Porque la psicología, la de verdad al menos, no nos ofrece soluciones mágicas.
Es cuestión de entrenar mucho. Piensa que llevas los años que tengas atendiendo a mucho de lo que se te pasa por la cabeza.
Es saber dónde queremos llegar y no parar ante nada. Ni siquiera ante nuestra propia mente.
Hablarlo con alguien puede ser de mucha ayuda, ya que al tener que elaborar el discurso (no hablamos como pensamos) vamos a dejar toda esa basurilla mental detrás.
Lo mismo ocurre al escribir.
Cuando ponemos nuestros pensamientos por escrito tenemos que centrar la atención en aquello en lo que estamos trabajando, siendo para el bombardeo mucho más difícil captar nuestra atención.
Es lo que me pasaba a mí en Portugal.
Gracias a tener que pensar de forma consciente, toda mi vida mejoró, porque tenía que estar en lo importante, no en lo que mi mente me decía.