Nos educaron para ser complacientes. Desde pequeños, escuchamos frases como “Ama al prójimo como a ti mismo”, pero el mensaje que muchas veces se quedó grabado fue otro: “Ama al prójimo más que a ti mismo”.
Y aquí estamos, adultos, llevando esta lección al extremo, priorizando siempre las necesidades de los demás mientras nos olvidamos de las nuestras. Pero, ¿qué pasa cuando nunca aprendemos a complacernos a nosotros mismos? ¿Cuando poner límites o simplemente decir "no" nos hace sentir culpables?
Esta forma de vivir, tan arraigada en el contexto social y cultural, no solo afecta nuestras relaciones con los demás, sino también nuestra relación con nosotros mismos. Nos alejamos de nuestras necesidades, de nuestros valores y, en última instancia, de nuestra autoestima.
Merecer el amor: ¿para quién estás viviendo?
Desde la psicología, sabemos que la autoestima se construye desde las primeras relaciones. Si creciste en un entorno donde el amor parecía condicionado al cumplimiento de expectativas externas, probablemente aprendiste a medir tu valor según lo que haces por los demás.
- “Si soy amable, me querrán.”
- “Si cumplo, seré suficiente.”
- “Si digo que no, perderé su cariño.”
La complacencia se convierte en un mecanismo para sentir que merecemos amor y aceptación, pero a costa de desconectarnos de lo que realmente necesitamos.
Carl Rogers, un referente de la psicología humanista, decía que el amor auténtico empieza por la aceptación de uno mismo. Pero esta idea puede chocar con las creencias que llevamos toda la vida arrastrando. Si no aprendemos a complacernos, no solo nos privamos de nuestra propia compañía, sino que tampoco podremos establecer relaciones sanas con los demás.
El peligro de amar solo hacia afuera
Amar al prójimo más que a ti mismo puede parecer noble, pero en realidad puede ser el caldo de cultivo para relaciones desequilibradas y una autoestima frágil.
¿Qué pasa cuando siempre priorizas a los demás?
- Te desgastas emocionalmente.
- Pierdes el contacto con tus propios deseos y valores.
- Puedes acabar sintiéndote vacío/a o incluso resentido/a por dar más de lo que recibes.
En nuestras consultas de psicología para la autoestima, vemos cómo este desequilibrio afecta profundamente a las personas. Muchos llegan con la sensación de que han perdido de vista quiénes son, atrapados en un ciclo de complacencia que nunca parece suficiente.
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Amar al prójimo como a ti mismo: ¿cómo lo hacemos?
Amarte no significa que dejes de amar a los demás. No es un juego de suma cero, donde lo que te das a ti misma resta a los otros. Amar al prójimo como a ti misma implica encontrar un equilibrio: aprender a reconocer tus propias necesidades sin descuidar las de los demás.
- Reconoce tus límites: Escucha tu cuerpo y tu mente. Cuando algo te abruma o te drena, es momento de parar.
- Haz de ti una prioridad: Esto no significa olvidarte de los demás, sino darte un lugar en tu propia vida.
- Comunica con honestidad: Decir “no” no te hace egoísta; te hace honesta contigo misma y con los demás.
Un ejercicio práctico: Complacerte a ti misma
Aquí te dejo un ejercicio para empezar a poner en práctica el equilibrio entre amar a los demás y amarte a ti misma:
- Haz una lista de tus necesidades: Tómate 10 minutos para escribir qué cosas necesitas para sentirte bien, cuidada y en paz contigo misma.
- Evalúa tus acciones recientes: ¿Cuánto tiempo y energía has dedicado a satisfacer tus necesidades frente a las de los demás?
- Elige una acción diaria para complacerte: Puede ser algo pequeño, como leer un capítulo de un libro, salir a caminar o simplemente darte un respiro. El objetivo es reconectar contigo misma cada día, aunque sea por unos minutos.
¿Cómo puede ayudarte la psicoterapia?
Si sientes que el equilibrio entre amarte a ti misma y amar a los demás sigue siendo un reto, no estás sola. En nuestras sesiones de psicoterapia online, trabajamos contigo para que puedas identificar patrones de complacencia, conectar con tus valores y fortalecer tu autoestima.
Además, puedes programar una sesión de acogida gratuita para explorar cómo podemos ayudarte a reconectar contigo misma y con lo que realmente importa.
Conclusión: Amar también es mirarte a ti
Amarte a ti misma no significa ser egoísta, significa vivir de forma consecuente con tus valores y necesidades. Es cuidar de ti misma para poder cuidar de los demás desde un lugar sano, no desde la obligación o la culpa.
Así que, la próxima vez que sientas que necesitas justificar tus límites o tus necesidades, recuerda: Amar al prójimo como a ti misma empieza por aprender a complacerte a ti.
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