La terapia, específicamente la terapia de Aceptación y Compromiso, cambió mi vida.
Y no fue magia, fue a través de mucho curro.
Os cuento cómo:
Hace ya algunos años que toqué fondo. Me harté de vivir la vida en un sinvivir.
Sufría por mi, por la gente que me importaba, por cosas que hace años que me habían pasado o porque en un futuro no muy lejano la humanidad se iba a extinguir. En serio, no dormía.
Reconozco que en lo que a mí se refería era un poco pesadilla y negativa. Siempre estaba dándole vueltas a las cosas y quejándome.
Un día me harté. Me harté de vivir la vida sufriendo constantemente.
Busqué ayuda en la psicología pero no tuve mucho éxito en ello hasta que no dí con las terapias contextuales. En concreto con la Terapia de Aceptación y Compromiso(ACT).
Con esta terapia conseguí lo que llevaba mucho tiempo buscando. Cambiar. Apagar ese ruido mental que a veces se hacía tan intenso que me quitaba el sueño.
Mi primer trabajo fue tomar conciencia de que esa mente que nos presentan en los dibujitos animados con un angel y un demonio no era una fantasía, sino una realidad. Y que en mi caso, como en la mayoría de personas ocurre, quien reina en el trono no es precisamente un Ángel.
Es un Demonio en forma de "vocecita" interna que nos critica, boicotea y juzga constantemente a nosotras mismas y a los demás y que nos tiene a su merced preocupándonos por cosas que no están ocurriendo,que nos hacen sufrir enormemente y que nos desconectan de vivir existe.
En Terapia de Aceptación y Compromiso hablamos de que el primer paso para lograr que esa vocecita se ponga de nuestro lado es ser conscientes de que está, "darnos cuenta".
Segundo entender que cuanto más nos resistimos a los pensamientos, emociones y sentimientos que vivimos más presentes están en nuestras vidas y que lo mejor que podemos hacer es mirarlos de frente y sentir.
Tercero, hacer frente a la vocecita, aprender estrategias para tomar distancia de ella para así poder dejar de creer en sus mentiras.
Y cuarto, experimentar la tranquilidad y felicidad de estar conectadas a nuestro presente y a nuestra vida.
Para mí supuso un cambio de vida radical, dejar una vida que no quería y en la que estaba sufriendo continuamente construyendo la que deseaba desde la tranquilidad y serenidad necesarias para poder hacerlo.
Para, por fin, VIVIR.
Un montón de amor para todos y todas.