Y no, no me refiero a la persona. Me refiero al vínculo.
Hay parejas que llegan a consulta diciendo que discuten sin parar. Otras, que no discuten nada pero tampoco sienten conexión. Algunas traen una infidelidad reciente. Otras, un silencio que lleva años. Muchas llegan confundidas. Algunas sabiendo muy bien lo que les duele pero sin tener ni idea de qué hacer con eso.
Muchas parejas llegan con una sensación parecida: la de no saber bien qué es lo que les está pasando. No siempre es así, claro. Algunas vienen con las cosas muy claras: saben lo que duele, lo que falta, lo que ya no funciona. Pero incluso en esos casos, suele haber preguntas abiertas, capas más profundas, historias que todavía no se han dicho. Porque entender qué le pasa a una pareja no siempre es tan fácil como ponerle nombre a un problema.
Por eso hoy quiero compartirte una forma de empezar a mirar con algo más de claridad. No es un test con resultados. No te va a decir qué hacer. Pero sí puede ayudarte a nombrar lo que vives. Y muchas veces, empezar a nombrar es lo que permite empezar a decidir.
¿Discutís con frecuencia, con intensidad, con agotamiento emocional?
Puede que estéis en una dinámica de conflicto abierto. Las peleas no siempre son el problema, a veces son un síntoma. El síntoma de una forma de comunicar desde la lucha y no desde la conexión. El síntoma de un dolor que se está expresando en forma de ataque. Aquí no se trata de aprender a “comunicarse mejor” sino de entender qué función tiene ese conflicto. Qué protege. Qué evita. Qué tapa.
¿No discutís, pero tampoco habláis de lo importante?
Hay parejas que no pelean, pero viven en una especie de convivencia amable donde la conexión desapareció. Se organizan bien, funcionan. Pero no se miran. No se eligen. No se sienten. Aquí lo que suele aparecer es una desvitalización del vínculo. Y lo que se necesita no es forzar una pasión perdida, sino preguntarse si todavía hay algo que tenga sentido recuperar. Si hay valores compartidos. Si hay ganas de volver a construir algo, o solo miedo a soltar.
¿Ha pasado algo que os ha descolocado?
Un cambio de ciudad, un bebé, una enfermedad, una muerte, una mudanza, un nuevo proyecto profesional. Las transiciones vitales, incluso cuando son elegidas, desestabilizan. A veces una pareja que funcionaba bien empieza a tambalearse simplemente porque la vida ha cambiado y los recursos que servían ya no alcanzan. El trabajo aquí pasa por revisar roles, expectativas y formas de cuidado. Por mirar lo que necesita actualizarse.
¿Hay un dolor individual que está afectando a la relación?
En ocasiones no es la relación lo que no funciona, sino que uno de los dos está atravesando algo difícil. Un trauma, una pérdida, un trastorno de ansiedad, una adicción, una desconexión con el propio cuerpo o con el deseo. Y eso empieza a afectar a la pareja. No porque se quiera dañar al otro, sino porque no se sabe cómo estar de otra forma. En estos casos muchas veces es necesario abrir dos procesos: uno individual y uno relacional. Porque cuidar del vínculo también pasa por cuidar de quien lo habita.
¿Se repiten una y otra vez las mismas heridas?
Algunas parejas traen consigo un historial de relaciones difíciles, inseguras, traumáticas. O una historia familiar que dejó huellas. Y sin quererlo, sin planearlo, esas heridas aparecen en la relación actual. Se repiten patrones. Se activa la desconfianza. Se interpreta desde el miedo. Aquí el trabajo no es solo de pareja, es también de reparación individual y conjunta. Entender lo que se activa. Darle otro final. Nombrar lo que hasta ahora se evitaba.
¿Uno de los dos ya está medio fuera?
Cuando uno quiere irse y el otro quiere quedarse, o cuando hay una ambivalencia cronificada que dura años, la relación entra en un estado de espera infinita. La terapia no es para obligar a nadie a quedarse. Pero sí puede servir para entender qué ha pasado, qué ha dolido, qué sigue teniendo sentido y qué no. Hay veces que mirar eso con honestidad permite reparar. Otras, permite separarse con menos daño. Ambas son formas de cuidar el vínculo, incluso cuando el vínculo ya no va a continuar.
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Puede que te sientas identificado con una de estas situaciones. Puede que con varias. Puede que con ninguna, pero que algo dentro de ti te diga que algo no va bien.
Este texto no pretende darte respuestas. Pretende ofrecerte preguntas. Porque cuando nos atrevemos a mirar con honestidad lo que estamos viviendo, aparece algo de claridad. Y con la claridad, a veces, viene el alivio. Otras veces, viene la tristeza. Pero en cualquier caso, viene la posibilidad de hacer algo distinto.
Si sientes que estás lista, listo, listxs para empezar a mirar eso que duele, puedes reservar una sesión de acogida gratuita con alguien de mi equipo.
Y si te cuesta frenar la mente en bucle, si sientes que no puedes dejar de darle vueltas a todo, quizás el curso Calla tu mente pueda ayudarte a poner un poco de orden antes de tomar decisiones.
También puedes leer No me digas tranquila, donde hablo de vínculos, ansiedad y ese caos que tantas veces nos habita.
A veces no sabemos qué le pasa a la pareja. Pero lo que sí sabemos es que ya no podemos seguir igual.
Y ese, créeme, es un buen lugar desde donde empezar.