Darle nombre para que deje de doler (o al menos, de mandar)
Anoche mi hijo tuvo un pensamiento que le dio miedo.
Un pensamiento que lo dejó bloqueado, con el cuerpo en tensión y los ojos abiertos como platos.
Un pensamiento que no quería tener, pero que estaba ahí.
Y me dijo algo que muchas personas adultas me dicen también en consulta:
“¿Por qué mi cabeza piensa esto si yo no quiero?”
Y ahí se abrió la puerta. Porque lo importante no era solo calmarle, sino enseñarle algo que ojalá nos hubieran enseñado a nosotrxs antes: los pensamientos no se eligen. Y tener un pensamiento no significa nada sobre ti.
¿Por qué tenemos pensamientos que no queremos tener?
La mente humana es una máquina de generar contenido.
No siempre útil, no siempre bonito, no siempre lógico.
Según la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), los seres humanos somos seres verbales, y una de nuestras capacidades más potentes, el lenguaje, también es una fuente de sufrimiento.
Porque podemos conectar cualquier cosa con cualquier otra.
Imaginar escenarios catastróficos.
Relacionar cosas que no tienen nada que ver.
Activar recuerdos dolorosos solo con una palabra.
Hay estudios como los de Steven C. Hayes y Kelly Wilson (fundadores de la ACT) que demuestran cómo nuestra capacidad para simbolizar es la base del pensamiento intrusivo.
Lo que aprendió mi hijo (y que a muchxs adultos aún nadie les ha enseñado)
Le dije que su cerebro tiene muchas cosas guardadas. Y que a veces se activan solas.
Con la oscuridad, con un sonido, con un pensamiento anterior…
Pero que eso no significa que él haya hecho algo mal, ni que vaya a pasar nada.
Y entonces hicimos mis tres preguntas mágicas:
- ¿Está pasando ahora eso que estás pensando?
- ¿Te sirve de algo pensar esto ahora mismo?
- ¿Tienes pruebas de que eso vaya a pasar?
Lo miró, lo pensó.
Y él mismo me dijo:
“No, no me está pasando. No me sirve. Y no tengo pruebas.”
Y luego le lancé el remate:
“¿Y si yo te digo que los burros vuelan?”
Se rió. “Es una tontería, mamá.”
Pues eso. Un pensamiento absurdo no deja de serlo por más que venga de tu propia mente.
¿Y si lo que tu mente está haciendo es intentar ayudarte?
Porque muchas veces lo que ocurre con los pensamientos intrusivos es que no son el problema…
son la estrategia que tu mente está usando para lidiar con otra cosa.
Cuando hay algo que duele (culpa, miedo, incertidumbre), la mente busca una salida. Y si no puede controlarlo, se agarra a lo que cree que puede: un pensamiento, una imagen, una duda, una revisión constante.
Eso, en psicología, lo llamamos un mecanismo de afrontamiento. Y aunque no es útil, al menos te distrae. Al menos te hace sentir que haces algo. Aunque sea rumiar hasta el agotamiento.
Lo que vino después: el mantra
“No me está pasando.
No me va a pasar.
Es solo un pensamiento.
Y como viene… se va.”
Lo repetimos juntos hasta que se quedó dormido.
Y ahí fue donde recordé por qué hago lo que hago. Porque hay muchas personas adultas que aún no saben esto. Que creen que pensar algo les convierte en malas personas. Que se asustan de su mente. Que viven en guerra con ella.
Si esto te pasa a ti, no estás solx.
Y no, no estás rota.
No tienes que justificar lo que piensas.
No tienes que resolverlo todo.
Solo necesitas entender cómo funciona tu mente y aprender a relacionarte con ella de una forma distinta.
Por eso creé el curso Calla tu mente, calla tu dramaqueen. Es un curso online, en videos que puedes hacer a tu ritmo y en tus horarios. Puedes hacerlos varias veces si quieres.
No es magia.
Es psicoeducación real.
Es práctica.
Y son herramientas que uso cada semana en consulta.
Si quieres apuntarte, tienes un 25% de descuento con el código DRAMAOFF
(precio final 90€ y acceso de por vida)
Solo para ti, que has llegado hasta aquí y te estás tomando en serio tu bienestar. También puedes ver como te puede ayudar la terapia.
Y si quieres seguir profundizando…
Aquí tienes algunos artículos que te pueden ayudar:
👉 ¿Por qué no puedo parar de pensar en esto?
👉 Cuando la mente no puede con lo que pasa… te lanza por otro lado
Nombrar lo que te pasa no te debilita. Te libera.
Y cuando entiendes lo que piensas, dejas de tenerle miedo a tu mente.
Eirene