La vergüenza es una emoción compleja que experimentamos cuando percibimos que hemos violado normas sociales, valores personales o expectativas propias o ajenas.
Es una sensación de incomodidad, humillación o disgusto hacia uno mismo, que puede estar vinculada a situaciones específicas o a una evaluación general de nuestra valía.
Fuerte ¿no?
Que de un acto concreto infiramos todo nuestro valor. Y es ahí donde está el problema, porque la vergüenza en sí, como cualquier emoción, es útil y adaptativa. Pero ¿qué ocurre cuando dejamos de hacer cosas por ella? ¿Cuando no nos deja desarrollarnos? ¿Cuando nos oculta?
Pero ¿Qué es la vergüenza?
Es importante destacar que la vergüenza es una emoción universal y natural que todo el mundo experimentamos en algún momento de nuestras vidas. Sin embargo, su intensidad y duración pueden variar según la persona y las circunstancias.
Aunque puede ser incómoda, la vergüenza también puede ser una señal útil de que hemos infringido un valor o norma importante, lo que nos permite reflexionar sobre nuestras acciones y buscar maneras de corregir o mejorarlas.
Puede manifestarse físicamente a través de síntomas como rubor facial, sudoración, tensión muscular, palpitaciones… o comportamentales como evitar el contacto visual o directamente huir de la situación.
La vergüenza saludable es temporal y específica, asociada con un comportamiento particular o una situación concreta. Por ejemplo, podemos sentir vergüenza después de cometer un error en el trabajo o de decir algo inapropiado en una conversación. Esta vergüenza nos motiva a disculparnos, corregir nuestro error y aprender de la experiencia, fortaleciendo así nuestras habilidades sociales y nuestra autoconciencia.
Vergüenza Patológica
Por otro lado, la vergüenza patológica es un fenómeno mucho más insidioso. Se caracteriza por una sensación crónica e intensa de vergüenza que trasciende situaciones específicas y se arraiga en la identidad misma de la persona.
Las personas que experimentan vergüenza patológica pueden sentirse inherentemente defectuosas, indignas o intrínsecamente malas, independientemente de sus acciones o logros.
La vergüenza patológica a menudo está relacionada con una autoestima extremadamente baja, una autocrítica implacable y un miedo persistente al rechazo o al abandono. Puede conducir a la evitación de situaciones sociales, la autoexclusión y el aislamiento emocional. En lugar de motivar el cambio positivo, la vergüenza patológica tiende a paralizar y socavar el bienestar psicológico.
Diferenciando entre Ambas
Entonces, ¿cómo podemos diferenciar entre la vergüenza saludable y la vergüenza patológica? La clave radica en su función adaptativa y su impacto en la vida diaria de la persona. Mientras que la vergüenza saludable impulsa el crecimiento personal y el aprendizaje, la vergüenza patológica inhibe el desarrollo y el bienestar emocional.
Si la vergüenza se convierte en un compañero constante, un peso que nos arrastra hacia abajo en lugar de una brújula que nos guía hacia adelante, puede ser el momento de buscar apoyo profesional.
En última instancia, al comprender la diferencia entre la vergüenza saludable y la vergüenza patológica, podemos cultivar una relación más compasiva con nuestras propias emociones y desarrollar estrategias efectivas para gestionarlas.
¿Es posible aprender a ser un/a sin-vergüenza?
Autoaceptación y compasión
Aprender a aceptarse y practicar la autocompasión son componentes importantes en el tratamiento de la vergüenza patológica. Esto implica desarrollar una actitud más compasiva hacia unx mismx, reconociendo que todos somos humanos y tenemos imperfecciones.
Desafiar los pensamientos negativos
La vergüenza patológica está frecuentemente asociada con una autocrítica implacable y pensamientos negativos sobre unx mismx, nuestra Dramaqueen. Aprender a cuestionar y desafiar estos pensamientos distorsionados puede ayudar a cambiar la percepción que tenemos de nuestro comportamiento y reducir la vergüenza.
Trabajar la flexibilidad
Cuando somos muy rígidas, cualquier comportamiento que tengamos que se salga de nuestro marco moral va a generarnos mucha ansiedad.
Cuanto más flexibles seamos al mirarnos y al mirar al mundo, mejor aceptaremos esas “desviaciones”. Solemos pensar que la vergüenza tiene que ver con el juicio externo, pero en el fondo, es la crítica interna la que nos inmoviliza.
Aprender habilidades sociales
Mejorar las habilidades sociales y la autoconfianza puede ayudar a reducir la vergüenza social y aumentar la comodidad en situaciones sociales.
Terapia psicológica
La terapia puede ser muy efectiva para abordar la vergüenza patológica ya que la terapeuta puede ayudar a identificar las creencias y los patrones de pensamiento subyacentes que contribuyen a la vergüenza, y trabajar en su modificación para que nos sean más útiles.
Es importante recordar que tratar la vergüenza patológica puede ser un proceso gradual y que cada persona puede responder de manera diferente a las diferentes estrategias de tratamiento.
La vergüenza, al igual que otras emociones básicas como el miedo o la alegría, forma parte de nuestra experiencia humana y tiene una función adaptativa en ciertas situaciones. Sin embargo, lo que sí es posible es aprender a manejar la vergüenza de manera más saludable y a no permitir que domine nuestra vida o afecte negativamente en el camino hacia nuestras metas.