No sé si alguna vez habéis visto los programas éstos de remodelar una casa en la que la familia de turno le da un buen dinero a una diseñadora de interiores para que le haga la planta principal diáfana o les termine el sótano (que no sé la manía de los yankees de no tener nunca el sótano terminado).
El caso.
Siempre hay algún problema con la estructura que termina encareciendo el proyecto. Un problema que no era perceptible a primera vista pero tan importante que no puede continuarse con la reforma si no se soluciona primero.
Porque eso es lo básico de una construcción aunque no se vea: los cimientos, las vigas, los pilares… Lo que es el “esqueleto”.
¿Es ésto un blog de construcción? No. Paciencia. Quiero llegar a cierto punto.
Es relativamente fácil redecorar una habitación, cambiar el suelo o abrir la cocina, pero cuando nos metemos con la estructura… Ahí el trabajo es arduo, complejo, hasta el punto de que cuesta mantener la casa en pie. Y encima no se ve.
Con nuestra personalidad, con nuestra forma de ver el mundo ocurre igual.
A muy temprana edad generamos unos esquemas, Si tenemos cierta suerte, estos esquemas serán adecuados y saludables pero a veces, por nuestro entorno social, los esquemas con los que construímos lo demás, ya vienen regular y es muy difícil saberlo y cambiarlos porque, como el esqueleto de la casa, no se ven.
¿Qué son los esquemas mentales?
Los esquemas mentales, también conocidos como marcos cognitivos o estructuras mentales, son patrones organizados de pensamiento que se desarrollan a lo largo del tiempo a través de nuestras experiencias, creencias y percepciones.
Funcionan como filtros a través de las cuales interpretamos la realidad que nos rodea. Desde nuestras primeras interacciones sociales hasta nuestras experiencias educativas y laborales, cada nueva experiencia contribuye a su formación.
Por ejemplo:
Imagina a alguien que ha tenido muchas experiencias positivas en sus relaciones interpersonales desde una edad temprana. Ha experimentado consistentemente el apoyo, la amabilidad y la fiabilidad de las personas que le rodeaba. Como resultado, desarrolla un esquema mental de "confianza en los demás". Este esquema les lleva a esperar lo mejor de las personas, a creer en su integridad y a estar dispuestos a confiar en ellxs sin demasiadas reservas.
Por otro lado, alguien que ha experimentado traiciones, engaños o decepciones repetidas en sus relaciones puede desarrollar un esquema mental diferente. Esta persona podría ser más propenso a ser desconfiada, a esperar lo peor del resto y comportarse con mucha cautela.
Y no es algo que hagamos de forma consciente.
¿Cómo se forman los esquemas mentales?
Los esquemas mentales se forman a través de un proceso gradual de aprendizaje y adaptación. Cuando nos encontramos con nueva información, tendemos a interpretarla en función de nuestros esquemas existentes. Si la información se ajusta a nuestros esquemas, es probable que la incorporemos fácilmente. Sin embargo, si contradice nuestros esquemas preexistentes, es probable que la ignoremos o la reinterpretamos para que encaje en nuestra comprensión del mundo.
Este proceso de adaptación continua refuerza y consolida nuestros esquemas mentales, haciéndolos más resistentes al cambio con el tiempo. Además, nuestros esquemas mentales tienden a ser más influyentes en la forma en que procesamos la información cuando estamos emocionalmente comprometidos o cuando la información es relevante para nuestras metas y valores personales.
En el caso anterior, si alguien tiene un esquema mental de "desconfiar en las personas" y en algún punto en su vida se encuentra con alguien que le genera confianza, tiene que poder encajarlo en esa estructura. Para ello puede modificar su esquema (no hay que desconfiar de todo el mundo). Pero lo más común es que esa persona piense que se está equivocando, que está pasando algo por alto y que realmente esa persona no merece su confianza.
¿Por qué son tan difíciles de modificar?
Los esquemas mentales son difíciles de modificar debido a su naturaleza arraigada y automática. Han sido construidos y perfeccionados a lo largo de años de experiencia y son fundamentales para nuestra comprensión del mundo y de nosotrxs mismxs. Intentar cambiar un esquema mental establecido puede ser como tratar de remodelar los cimientos de una casa en plena construcción: es posible, pero requiere un esfuerzo considerable y un enfoque estratégico.
Además, nuestros esquemas mentales están protegidos por mecanismos de defensa psicológica, como la negación o la resistencia al cambio, que pueden activarse cuando se enfrentan a información que amenaza nuestros esquemas existentes. Este fenómeno, conocido como disonancia cognitiva, puede generar malestar emocional y motivarnos a rechazar o reinterpretar la información discordante para mantener la coherencia interna.
Aunque son fundamentales para nuestra comprensión del mundo, también pueden limitar nuestra capacidad para adaptarnos a nuevas perspectivas y situaciones. Me obligan a tener siempre el mismo tipo de relaciones o a reaccionar de forma que nos daña, por poner sólo dos ejemplos.
Sin embargo, al comprender cómo se forman los esquemas mentales y por qué son resistentes al cambio, podemos comenzar a desafiar y modificar estos patrones de pensamiento arraigados, abriendo nuevas posibilidades para el crecimiento personal y el desarrollo.